Por: María Fernanda Rozas y Luis San Martín Arzola
Se podría considerar que ya estábamos avisados. A pesar de que la película Inteligencia artificial de Steven Spielberg es del 2001, la situación es nueva. La irrupción de la inteligencia artificial y, en este inicio del 2023, la masificación del Chat GPT y otras IA’s lo cambian todo. Incluso la creación y producción de libros, así como los conocemos, y nuestro propio trabajo como editores.
Quizás ya has oído o leído de esta inteligencia artificial desarrollada por Open AI, una compañía que ahora mismo está en boca de todos y que está dedicada a la investigación e implementación de inteligencias artificiales, según ellos, de “manera segura y responsable”.
Con todo, si no es el caso, te contamos que en noviembre de 2022 Internet se revolucionó ya que, antes del momento de democratización que mencionábamos, se liberó la versión beta del Chat GPT, al cual podía acceder cualquier persona con excepción de los periodistas de medios oficiales, que debían contestar unas preguntas previas.
Ellos, según el proceso de inscripción, tenían que contactarse por otro canal para acceder al chat, y además de indicar algunos datos mínimos, contar para qué usarían la herramienta. Para los demás, solo bastaba con loguearse y empezar a usarla para su conveniencia. Después de eso vino lo que estamos presenciando.
“Es estéril y peligroso creer que uno domina el mundo entero gracias a Internet cuando no se tiene la cultura suficiente que permite filtrar la información buena de la mala”. Esta frase es del sociólogo Zygmunt Bauman y nos resume bastante bien de lo que queremos hablar aquí. De una u otra forma, estamos viviendo una nueva era.
Esta versión beta de la mentada entidad digital duró unas dos semanas y explotó. Todo el mundo comenzó a hablar de ella, algunos con ilusión, otros con miedo; algunos cuestionando sus usos en ambientes académicos y otros festejando tener un aliado para que el proceso creativo no fuera tan solitario, por llamarlo de alguna manera; algunos ahorrándose trabajo, otros asustados por perderlo, así como en las novelas de Asimov reconvertidas en películas, la rebelión de las máquinas en Yo, robot como paradigma. Parece alarmista, pero el momento que estamos viviendo da para especular.
Los trabajadores con actividades mecánicas ya se tambaleaban hace un rato por la falta de trabajo cuando llegaron los computadores y la robótica avanzada. Ahora, los independientes, autónomos y creativos del sector editorial están empezando a temer también con esta nueva revolución de la tecnología.
Pero, ¿qué es lo que puede pasar? ¿Nos afectará a nosotros como editores?
El Chat GPT: Un amigo complicado
Es verdad que esta herramienta puede ser útil si tenemos en cuenta los infinitos prompts que pueden imaginarse, definidos como las instrucciones que se les da al modelo de inteligencia artificial. Se pueden concretar a través de una frase, una pregunta o un párrafo completo que nos permitirá conseguir aquello que necesitamos y que la IA nos brindará.
Es casi estremecedor concebir a este tipo de inteligencia como algo intangible que es capaz de brindarnos algo, pero las cosas como son. Podemos pedirle ayuda, por ejemplo, para:
- Resumir un libro al tiempo que “actúa” (palabra mágica para esta IA) como un profesional de la edición con varios años de experiencia escribiendo textos de contraportada. De paso, pedirle una biografía con “estilo serio” para la solapa es algo plausible.
- Corregir las faltas ortográficas y los problemas de digitación de un capítulo completo de una novela de ciencia ficción.
- Es más, y resulta asombroso: escribir el primer capítulo de una novela de ciencia ficción que tenga como argumento, como temática, como tiempo y como espacio unos que podamos establecer en pocas palabras.
- Recomendarnos una nueva colección editorial —o varias— usando como criterios las sinopsis de cada uno de los libros que queremos que formen parte de ella. ¿Por qué no hacer una, por ejemplo, sobre ciencia ficción distópica, a propósito de la fama de The Last of Us?
- Escribir un poema a partir de tales o cuales emociones que nos embargan en un momento específico respecto a una situación particular que hayamos vivido (un desamor, un duelo, una experiencia fuerte), siguiendo parámetros concretos o tomando como ejemplo algunos de los autores que nos llamen la atención.
- Desarrollar un temario para un taller o master class de edición de textos para un público que no esté iniciado en el tema.
Si sabemos hacerlo, hay un prompt para cada una de estas peticiones. Una de las nuevas profesiones es la de los IA prompters, expertos en esta capacidad, que visto lo visto no es baladí.
Al fin y al cabo son palabras, y trabajamos con ellas día a día. El resultado que surja de estas solicitudes es aquel que puede estar en cuestión cuando pensamos. Así es como nos empezamos a preguntar si el famoso chat es un aliado para nuestro trabajo o, por otro lado, un amigo que puede llegar a incomodarnos (para no hablar de enemigos), ya que automatiza tareas que requieren de cierta sensibilidad.
Porque algo que se destaca de nuestro oficio como editores es esa sensibilidad, esa atención al entorno, ese ojo, incluso ese oído que podemos tener frente a un texto escrito. Aunque claramente podemos equivocarnos, muchas veces basta con revisar un corpus pequeño de una obra para saber si esta, con un trabajo pulcro de corrección y edición, podrá ser un buen trabajo que merezca salir a la luz a través de la autopublicación o de la gestión editorial.
Ni más ni menos, y volviendo a la IA, todo lo que se le ocurra a la imaginación es posible con tal de que se ponga en palabras y que tenga que ver con la lógica y las reglas del juego que constituyen Internet. Esto se suma a que el modelo de lenguaje aprende con la aportación, las dudas y las ideas de cada usuario que entra a la web, que además posee una mochila compuesta de variadas cookies, y que, por si fuera poco, interactúa a cada segundo.
Sin embargo, ¿sustituye esto el trabajo editorial?
En la industria creativa y editorial, el factor humano es esencial. De alguna forma, la creatividad ha sido crucial en la civilización occidental hace mucho tiempo, aunque Platón creyese que había que expulsar a los poetas de la polis, o aunque echemos mano a esa vieja idea según la cual a las esculturas hay que descubrirlas dentro del mármol. La inspiración de las musas está ahí y estamos convencidos de que reside en alguna parte del espíritu humano.
Como nuestro trabajo es modificar y, por ende, mejorar los resultados de esa creatividad en relatos, novelas, ensayos y cualquier tipo de texto, si hablamos de libros nos preguntamos si esa actividad puede ejercerla no solo el Chat GPT, sino que también herramientas como Dall-E 2, que diseña imágenes inéditas a través de instrucciones escritas por nosotros.
Ello fácilmente podría ser un ahorro en la carga de trabajo que realiza con minucia un diseñador editorial. Con solo decirlo, en esta IA se puede recurrir a uno u otro estilo, a uno u otro pintor u otra pintora, con una alucinante profusión de resultados. Este vídeo es muy útil para entenderlo, y también, por supuesto, para encender el miedo de que nuestro trabajo desaparezca así como lo conocemos.
Volviendo a la pregunta que encabeza este apartado, nuestra respuesta —ojalá que por mucho tiempo provisoria— es que no. No, el trabajo editorial no está amenazado porque depende en gran parte de la experiencia humana y de la creatividad combinada con la sensibilidad y cierto talento artístico, sobre todo si se trata de editar ficción. Y hay muchos más factores que, de ser enumerados, no acabaríamos nunca.
Los editores de mesa o los editores que filtran originales y los evalúan; los correctores de estilo u ortotipográficos o aquellos que se dedican al editing; los diseñadores editoriales que dan vida a las tripas de los libros y además a las cubiertas, portadas y eBooks; todo ese equipo que se ocupa de las partes del exterior y del interior de los libros, todo ese trabajo… ¿Qué creemos que pasará con él y con ellos?
Ninguno de estos aún corre un verdadero peligro, y así opinamos. Además de que nos viene bien para soportar mejor el remezón, esperamos que no se encomiende un trabajo tan preciso a una inteligencia que está en ciernes y que, como ella misma dice, no tiene emociones, no siente y no posee experiencias propias. Y para leer, escribir y también editar a seres humanos, creemos que es crucial sentir.
Sin embargo, creemos que esta herramienta puede servir para que el trabajo editorial sea aun más pulcro. Por ejemplo, cuando nos llega un manuscrito al que hay que realizarle una cirugía mayor, el Chat GPT podría apoyarnos realizando una primera limpieza, dejando el texto listo para que podamos hacer nuestro trabajo de manera minuciosa. Esto podría ayudar a reducir las fes de erratas o aquellos errores flagrantes de manera considerable. De modo que el editor y el corrector pueden contar con un amigo que pueda echarles una mano de vez en cuando.
También podría resultar útil para aquellos autores que quieren autopublicarse. Si bien como especialistas en el área editorial siempre recomendaremos que un manuscrito, antes de ver la luz, pase por una revisión profesional, el Chat GPT podría contribuir a apoyar al autor frente a algunas dudas que pueda tener o a algún estancamiento creativo, pero jamás a hacer el trabajo completo. Es un amigo en algunos sentidos, aunque sea uno virtual.
Libros e inteligencia artificial, el dilema
Según este artículo en Reuters, pasada la mitad de febrero de 2023 ya había más de 200 eBooks escritos por el Chat GPT publicados en Amazon o, más bien, escritos por la IA tras varias órdenes dadas por seres humanos de carne y hueso. Si bien en este caso se incluía a la IA como responsable de estas obras, a día de hoy es muy probable que existan muchísimos más textos gestados de esta forma. ¿Cómo un modelo de lenguaje puede reclamar la autoría de un texto? No, no puede. O aún no.
Por este tipo de realidades, el sector puede perder pie, pero no solo el nuestro, sino que también el gremio de los escritores. De pronto, a través de nuestro a través de nuestro formulario de contacto nos puede llegar un correo de X o Y autor que quiere editar su libro y hacer un informe de lectura. Perfecto, acordamos el trabajo y sus plazos y vamos hacia adelante.
Esta es la otra vera del camino. Nosotros podemos recoger esos textos y trabajarlos junto al autor —o quien reclame serlo—, pero ahora surge un tema más importante que tiene que ver con la autoría de aquellos textos; no sabemos si están escritos por la persona que firma, como sucede con la antigua escritura fantasma o la profesión de los negros literarios, una incertidumbre renovada. O no sabemos si está involucrada esa persona, pero acompañada en su empresa creativa por un participante que no puedes ni mirar ni tocar. Es decir, por una IA.
Varios de estos libros pueden subirse a Amazon KDP, una posibilidad de larga data y un proceso en el que asesoramos a los escritores con los que trabajamos. Así, se pueden generar ingresos a través de las regalías, y esa es otra implicancia que tiene una inteligencia artificial, sin dejar de mirar lo que eso significa en términos éticos.
La situación está cambiando y los debates sobre el tema están a la orden del día. Lo dicho sucede porque, a fin de cuentas, la información puede venir, a marzo de 2023, de cualquier parte o más bien de cualquier inteligencia, y se hace cada vez más difícil rastrearla.