Bien es sabido —o al menos debería ya rondar por nuestras cabezas— que el lenguaje y la lengua no son exactamente lo mismo, pero tampoco son antónimos. Es cierto que en muchos contextos se utilizan indistintamente una opción o la otra, e incluso los podría acompañar el término idioma. Sin embargo, cada cual con sus matices y peculiaridades encaja con más exactitud en determinados momentos y contextos.
Así es que, si nos ponemos meticulosos, afirmaremos que la lengua es, por un lado, el sistema que el ser humano utiliza para crear una comunicación verbal y lingüística, y en general también se caracteriza por tener escritura de la misma.
Por otro lado, con lenguaje entendemos varios conceptos: es la facultad que tenemos para expresarnos y comunicarnos con otros gracias a sonidos articulados o signos, y equivale también a la forma, el estilo y el modo de expresarnos. Por último, los idiomas son las lenguas utilizadas en cada pueblo o nación, que a su vez son compartidas por los seres humanos para que la comunicación sea fluida y exitosa. Sin duda son muy importantes en toda conversación y diálogo, y cuanto mayor sea el conocimiento de ellos, más calidad le daremos. Los falsos amigos, por ejemplo, son un rasgo muy característico a tener en cuenta del que hablábamos algunas semanas atrás.
Son evidentes los pequeños detalles que los hacen diferenciarse entre ellos y también lo es la necesidad del uso correcto y las normas de cada uno de ellos. De entre los tres, la lengua es el eje principal en el mundo de la corrección, por ejemplo.
Ya conocemos que esta profesión se basa y se centra en arreglar y mejorar, en definitiva, en corregir, todos los errores y usos lingüísticos que resultan confusos para la comprensión del texto. En este caso, la utilización correcta de la lengua siempre va a ser fundamental.
En cambio, no por ello el lenguaje y su uso pasan a un puesto secundario irrelevante, sino todo lo contrario. También hay que tener la habilidad correcta necesaria, así como el conocimiento de los elementos del lenguaje por parte de escritores y de correctores para que la comunicación sea real con nuestro lenguaje.
¿CUÁLES SON ESOS ELEMENTOS?
Como decíamos, para que la comunicación sea fructífera entre dos o más personas, hay que transmitir de la mejor manera posible y a nuestro alcance tenemos cinco sencillos elementos que no podemos olvidar.
1. EMISOR
Este elemento es el principal en el lenguaje, porque de él parte la intención comunicativa entre varias personas. Él es quien crea el mensaje y lo expresa, lo decora, lo emite y lo envía. Son los escritores y hablantes.
2. RECEPTOR
En este caso el receptor es quien desarrolla la acción opuesta al emisor, porque es la persona que recibe el mensaje y continúa con el proceso comunicativo. Normalmente los receptores son lectores u oyentes.
3. CANAL
Entre emisor y receptor nada sería posible si no existiera un medio por el que se entregase el mensaje, y eso mismo es el canal, que además es unilateral cuando se trata de lenguaje literario o escrito, y bilateral cuando emisor y receptor se encuentran en conversaciones orales. Los ejemplos más comunes son la escritura y los libros, la voz y la radio…
4. CONTEXTO
El contexto es un elemento importantísimo, juega un papel muy determinante en la comunicación porque de él depende que el mensaje emitido llegue al receptor de la forma más limpia, sencilla y rápida posible. El tiempo y el espacio son los grandes presentes en este elemento, pero también encontramos otros factores determinantes como los sociales, culturales y políticos, entre otros, que le darán al contexto una riqueza positiva mayor para que el mensaje del emisor llegue con más precisión.
5. CÓDIGO
Por último, el código viene a ser algo así como el signo que el emisor utiliza para construir y transmitir su mensaje. Es decir, la lengua y los idiomas son la herramienta esencial y básica para que el emisor pueda construir su mensaje y el receptor pueda descifrarlo al recibirlo.
De esta forma, todo escritor que tenga presente el tipo de lenguaje que quiere utilizar y no olvide ninguno de sus elementos tendrá más garantías para conseguir un texto correcto y, aunque siempre es necesario un último vistazo de un corrector para textos más relevantes, las posibilidades de que tenga menos errores también serán mayores.