Las palabras sí importan o por qué siempre debemos preguntarnos su origen

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Por: Claudia Requena

A las palabras que llevan más días abandonadas
Y me las llevo a casa
Las vacuno de la rabia y las peino a mi manera
Como si fueran hijas únicas
Porque en verdad todas son únicas
Acto seguido
Y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones
Les doy un beso de tinta
Y les digo que si quieres ganarte el respeto
Nunca hay que olvidarse los acentos en el patio.

Love of Lesbian, “El poeta Halley”

¿Cuántas veces has utilizado palabras sin saber bien su significado? O quizás te has apoderado de expresiones, convirtiéndolas en el lema de tu vida sin saber su procedencia.

A mí me ha pasado. Durante muchos años, como quizás a muchos de los que leáis estas líneas, hacía mías teorías, frases y palabras sin saber el arma que lanzaba al viento. Porque sí, las palabras pueden llegar a ser una espada de doble filo. Por ello, es necesario saber su procedencia y el contexto, y por qué no, sus variaciones a lo largo del tiempo.

Ya hemos revisado palabras importantes como la elegida el 2018 por la Fundéu o uno de los debates relevantes surgidos en España a propósito de la diferencia entre «portavoz» y «portavoza», hace unos meses.

Ahora daremos un vistazo a expresiones ampliamente usadas en la cultura popular.

La filosofía supuso para mi una explosión de conocimiento, un renacer que entrecortaba mi respiración cada vez que mis manos acariciaban las hojas de textos que escondían entre líneas una base cultural y teórica por el que todo el mundo debería dejarse abrazar de vez en cuando.

Allí aprendí que hay que saber muy bien cómo escoger palabras y dotarlas de la importancia que realmente tienen. Aprendí a mirarlas y disfrutar con cada una de sus letras y del viaje que habían recorrido a lo largo de la historia hasta llegar a nuestras manos.

Con cada teoría mis concepciones iban cambiando y se hacían más sólidas. Miraba a mi alrededor y me daba cuenta de lo importante que es el conocimiento a la hora de hablar. Porque todos podemos opinar o teorizar sobre miles de acontecimientos pero no todos podemos argumentar con cierta consistencia. Y esto se puede ver en casos tan sencillos de la vida cotidiana, como expresiones que le robamos a la filosofía para nuestro día a día.

Carpe diem

Son innumerables las veces que he oído a lo largo de los últimos años esta expresión, e incluso la he visto tatuada en diferentes colores y con las tipografías más variopintas en más de una veintena de personas como tatuajes. Fue en La sociedad de los poetas muertos (en España El club de los poetas muertos) que Robin Williams la masificó en una de las grandes escenas de esta película.

Pero aunque todo el mundo conoce su significado (“Vive el momento”), quizás su procedencia es todavía un misterio para muchos.

La expresión latina Carpe Diem se traduce literalmente como “Aprovecha el día” aunque muchos historiadores aluden a la frase completa “Carpe diem quam minimum credula postero”, cuya traducción es “Aprovecha cada día, no te fíes del mañana”. La locución latina fue concebida en una de las Odas de Horacio, cuyo poema tiene como destinataria a Leucónoe, hija del dios Neptuno.

De Horacio, poeta lírico y satírico latino, destacamos las odas de carácter filosófico, donde plasma ideas estoicas y epicúreas, como es el paso del tiempo o el aprovechar la juventud.

No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a ti y a mi, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea este el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos escollos.
Sé prudente, filtra el vino
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No te fíes del incierto mañana.

Horacio, «Oda 11», libro I

Así, como muchas otras, esta frase ha sido tomada hoy día por muchos como una filosofía de vida, donde el vivir presente es el eje de todas las decisiones, y vivir el momento sin pensar en el futuro el motor.

Entre Platón y Sócrates

Estos dos grandes filósofos griegos también han visto cómo algunas de sus expresiones se han deslizado por los labios de varias generaciones, en muchas ocasiones trastocando su significado y lesionando cada vértebra de su contexto.

¿Has oído hablar del amor platónico? En más de una ocasión nos hemos referido a él cuando hemos visto a ese actor o actriz que tanto nos gusta. Sin embargo, lo que conocemos como un amor imposible de alcanzar dista mucho de su origen y no es correcto desde el punto de vista filosófico.

El amor platónico proviene de una teoría que Platón desarrolló sobre el amor. Para el filósofo el verdadero amor residía en la sabiduría: amor al conocimiento. La motivación que nos impulsa al conocimiento de la belleza. Por lo tanto, no se refiere a una atracción física sino a la conexión entre dos seres cuyo eje es la admiración. Por lo que sería un amor de las almas, donde lo importante es amar a una persona por su inteligencia, cualidades o valores. Consiste, de esta forma, en una manera de amar de la forma más pura posible, alejándose de todo lo físico.

Fedro alma belleza Platón
Pieza del Sur de Italia que podría representar el mito del carro alado de Platón

El concepto del amor se refleja en dos de sus obras: El banquete y Fedro, las cuales pertenecen a su período de madurez y que hablan de la naturaleza del alma, con mitos fundamentales de la filosofía como el del carro alado.

Y de Platón pasamos a Sócrates, del que cabe destacar que no solo fue uno de los grandes pensadores y maestros de Platón, sino que no dejó ningún legado escrito. Todo lo que ha llegado hasta hoy día viene de la mano de alguno de sus discípulos, como es el caso del mismo Platón, a través de sus diálogos. Su obra fue, así, eminentemente oral.

«Yo solo sé que no sé nada»

En muchas ocasiones hemos utilizado esta cita de Sócrates para decir que no sabemos algo, sin embargo, su significado no se ciñe al uso frecuente que le solemos dar.

Esta expresión aparece en los diálogos socráticos, en concreto en la Apología de Sócrates, donde se narra el discurso que el filósofo dio durante su juicio al ser condenado por corromper a los jóvenes.
El método que empleaba Sócrates era el dialéctico, en el que a través de la conversación el filósofo pretendía sacar ideas a la luz.

El punto de partida para poder llegar al conocimiento cosiste en reconocer la propia ignorancia, ya que si creemos que sabemos algo no intentaremos encontrar la verdad puesto que nos conformaremos con el conocimiento que poseemos. Sócrates consideraba ignorante a todo aquel que no quiere saber porque presupone que ya sabe. Por lo tanto, el autor propone una serie de momentos que nos ayudan a acceder a la verdad: la ironía y la mayeútica.

La ironía se presentaba a través del diálogo con otros personajes, en el que Sócrates lanzaba una serie de preguntas a dichos interlocutores. De esta manera, hacía ver al receptor que no poseía el conocimiento que creía tener. Este método poseía un carácter dialéctico. La finalidad de este paso era liberar al espíritu del error de manera que, una vez “limpio”, pudiera acceder a la verdad.

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«La muerte de Sócrates», Jacques-Louis David, 1787

Tras darse la ironía se procedía al segundo momento, la mayeútica. Esta se da tras reconocer nuestra propia ignorancia, cuya función principal es sacar los conceptos verdaderos que se encuentran ocultos dentro de nosotros. Aquí es donde Sócrates pretende que se dé a luz a la verdad, como si se tratara de un parto. La mayeútica, como considera el filósofo, es la cura ante los dolores que el hombre sufre por las concepciones anteriores que tenemos de los saberes. Esto se ve reflejado con un símil con el momento del parto y con el momento que la mujer sufre al dar a luz. Este dolor se da por el desconocimiento al que nos enfrentamos en determinados temas.

Estas son algunas de las expresiones que escuchamos en el día a día y que con frecuencia no se utilizan correctamente. Por ello, el mensaje puede variar mucho desde lo que decimos hasta lo que queremos transmitir.


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