Ya sea para ficción o no ficción, léase novelas, ensayos o toda la amplia gama de géneros que existen, cuando nos queremos poner a escribir resulta que nos sentimos bloqueados. Las musas no aparecen, no nos sale nada. En el peor de los casos, tememos a que lo que hagamos salga mal.
Existen muchos tipos de escritores. La distinción entre los de mapa y los de brújula es muy representativa de cómo funciona la planificación a la hora de, sobre todo, hacer una inmersión en novelas y relatos. Sin embargo, muchas veces podemos estar sin el mapa y sin la brújula, perdidos en medio del bosque del silencio y la falta de inspiración.
Por eso, en esta ocasión queremos aunar tres consejos en nuestro blog para ayudarles a encontrar su norte cuando más lo necesiten.
Sencillamente, leer
La verdad es que se podría decir que esta solución es de perogrullo, ya que la lectura y la escritura van siempre de la mano. Cuando escribimos, echamos mano a todo aquel bagaje que está constituido por lo que hemos leído. En cambio, cuando leemos… ¡adivinen! Nos dan ganas de escribir.
¿Les ha pasado que están leyendo una novela apasionante y les dan deseos tremendos de escribir? ¿O que no hay paraguas que sirva ante la lluvia de ideas, conceptos, tramas e historias que surgen en su cabeza? William Faulkner provoca esto con el arte de la narración, y también Walt Whitman con la poesía.
Prueben a leer lo mejor que tengan en sus librerías y se sorprenderán.
Buscar un pie forzado
En los talleres de literatura uno de los ejercicios más usuales es el del pie forzado. ¿Qué es? Es una idea o un motivo literario que —resumido en una sola frase, generalmente dada por quien dicta el taller— ayuda a que los asistentes escriban un relato o una novela incluso ciñéndose a esas directrices.
Ejemplos buenos son escribir un relato que no tenga personajes o escribir una historia donde el personaje principal tenga todos los defectos que odias de ti mismo.
Al ser forzados, como su nombre lo dice, generan que a como dé lugar demos vida a aquello que se nos pide. Buena o mala, el resultado termina siendo una historia.
Escribir con la pantalla apagada
André Breton, Benjamin Péret y Winétt de Rokha eran escritores surrealistas que si estuvieran vivos hoy y escribieran en ordenadores como lo hacemos en la era moderna, nos recomendarían esto.
¿Sabes que el cerebro funciona de distintas maneras cuando pretendemos revisar algo que hemos escrito o si se trata de dar rienda suelta a nuestra creatividad?
Apagar la pantalla puede ayudarte a dar con ese escrito que necesitas cuando la inspiración brilla por su ausencia. Esto porque no te distraes en nada más que escribir, aunque tengas faltas (solucionables, claro…), problemas de digitación, un tema con la extensión o algo que no tenga mucho sentido.
Finalmente, siempre podrás encenderla y revisar lo que has escrito. Pero no hay por dónde perderse: en este proceso puedes hallar oro.