Tal como hay una multitud de géneros dentro de la ficción y la no ficción, y en consecuencia un sinfín de libros posibles, también hay muchos tipos de escritores. Algunos grandes exponentes de la literatura universal —como León Tolstói— pueden ser considerados metódicos y casi «arquitectos de capítulos».
Esa noche opiné que sencillamente hay algunos que van improvisando en el camino y que creía que era lo que hacía la gran mayoría al escribir y al vivir; así como nosotros hace algunos años cuando nos sentábamos en cualquier estación del Metro de Santiago a hablar de estos asuntos.
Apoyándonos en las clasificaciones de expertos en el ámbito, en este artículo hablaremos de los distintos tipos de escritores según los criterios que consideramos importantes para tipificarlos.
¿Empiezas por el título o lo pones al final?
Empezar a escribir puede ser la decisión más difícil de tomar de entre todas las que rodean esta actividad, ya que a muchos pasa que, en cuanto empiezan, ya no se detienen. Por eso hay algunos que comienzan por el título y en base a este cimientan el camino de su relato, novela o cualquier escrito periodístico o de investigación.
Sin embargo, otros ponen el título al final. ¿Por qué? Porque después de haber desarrollado la totalidad de las ideas, personajes, situaciones, espacios, tiempos o argumentos se puede al fin titular para —en pocas palabras— hacer un compendio del contenido.
Dar un título también es una de las prácticas de las editoriales tradicionales que, pensando en que un libro sea atractivo para los lectores, eligen la mejor opción. Por supuesto, también están esos autores consagrados que son tan conocidos que se dan el gusto de titular con pocas palabras, como las novelas Elegía o Némesis de Philip Roth.
Lo que dice George R.R. Martin de tu forma de escribir
El autor de la saga Juego de tronos distinguía entre escritores jardineros y arquitectos. Según el estadounidense, los primeros van construyendo el derrotero a medida que van escribiendo, descubriéndose su propia historia a medida que surge. Es comparable al sentir de la inspiración que describían los griegos a propósito de las musas: vas percibiendo la historia, casi usando el cincel para descubrir la escultura que hay tras el mármol.
Ramas en el árbol de la trama que se vuelven importantes. Personajes que no tenían la importancia que preveías en un principio y que finalmente se vuelven tanto o más importantes que el protagonista. Sitios que aparecen como por arte de magia, y que te complacen mucho a medida que el mundo imaginado se va concibiendo. Épocas que podrían ser el escenario perfecto de una historia.
Por otro lado, están los escritores arquitectos, como Tolstói, aquellos que lo van planeando todo en el camino para no quedarse nunca sin inspiración. Estos toman a un personaje al principio y tienen muy claro el final que les espera. Suelen ser muy pragmáticos y tener muy claro hacia dónde van (Borges o Nabokov, por ejemplo, creadores racionales por excelencia), pero cuando estás empezando a escribir este método puede coartar las improvisaciones y mantenerte preso en una idea preconcebida que quieres seguir porque te lo propusiste desde el principio.
Lo que se llama fallar por obsesionarse demasiado.
Escritor mapa o escrito brújula: La diferenciación de Javier Marías
El escritor español echa mano a los implementos típicos de los viajeros para ejemplificar su diferenciación: un mapa y una brújula, dos tipologías muy útiles que se han heredado para enseñarlas en talleres de escritura creativa.
El escritor mapa, como imaginarán, es uno que maneja la estructura de su argumento a la perfección, organizando incluso sus propios tiempos y fijándose una rutina para llevar a cabo su trabajo. Como pasa con los mapas, los escritores de este tipo se fijan en los detalles y los tienen siempre bajo supervisión para no perder el curso del relato.
El escritor brújula, por otro lado, va guiándose en el camino a medida que escribe, como lo hacían los exploradores del ártico en la época de las aventuras de descubrimiento del siglo XIX. Si surge una nueva concepción de un personaje o situación que ya estaba en la historia, la mesuran y la agregan de acuerdo al contexto, limitándose lo menos posible. Van escribiendo sin perder su norte, que no es otro que su historia en base la inspitación.
Superando los preceptos en cuanto a titular o la concepción del método que tienen R.R. Martin o Marías, es finalmente el escritor quien decide cuál es el método que va a primar en un proceso tan vital como la narración. Así y todo, a veces la escritura es una actividad que se comienza incluso sin conocer estas diferencias. Por eso, todo lo que pueda salir vale la pena.