
Tal como vimos hace unas semanas, la labor del editor es imprescindible dentro de la edición de un libro. De esa misma forma, el corrector también tiene que estar presente dentro del proceso.
Algunos se preguntarán cuáles son las semejanzas que existen entre estos dos personajes vitales dentro de la constitución de un libro. Eso es lo que vinimos a contar esta semana.
¿Cuál es el trabajo de un corrector dentro del proceso de edición de un texto?
Un corrector cumple funciones cruciales dentro del proceso de edición. Su trabajo empieza después de que el editor ya ha allanado el camino y ha conversado con el autor respecto de mejoras que potenciarán su obra. Tras ese proceso, el original quedará en manos del corrector, quien, como primera tarea, deberá sospechar de todo.
¿Sospechar de todo? Efectivamente. Una de las grandes tareas que tiene el corrector es verificar y contrastar información: que si un personaje se llama Juan se llame así a lo largo de toda la novela, por ejemplo.
Desde otro lado, si es un texto de ficción o no ficción, el panorama cambia según el caso: en el primero, debe existir un mínimo de coherencia y cohesión en el mundo creado. En el segundo, es importante que el corrector verifique los datos e hitos históricos. En ambos, el corrector debe identificar aquellas palabras palabras repetidas (sí esta vez fue intencional). Porque sí, señores, aunque esto parezca poco probable, pasa. Y aunque cueste reconocerlo, pasa bastante.
El corrector, al tener ojos frescos frente al texto que está trabajando, logra darse cuenta de detalles que se le pueden haber pasado tanto al autor como al editor. Pero no tiene que fijarse solo en los detalles, sino que también debe corroborar que el texto, a nivel macro, funcione a la perfección.
Por ello también es el encargado de supervisar la reunión de criterios con ayuda de algún manual de estilo o el suyo propio, además de hacer las correcciones ortotipográficas pertinentes porque… bueno, errar es humano.
Tipos de corrección
Este trabajo forma parte de los procesos editoriales implicados en la mejora de textos y puede ser de tres tipos:
- Corrección de estilo: Intervención profunda del texto. De haber muchos problemas, hay que citar al autor y entregarle una «tarea para la casa».
- Corrección ortotipográfica: Es aquella corrección enfocada en los errores de ortografía y puntuación, además de hacer cumplir las normas de la lengua (siempre que aplique).
- Corrección de pruebas: Ya en el eslabón final de la producción, esta corrección consiste en verificar que los cambios hayan sido incorporados, que las cajas de texto no se hayan movido y confirmar que todo esté perfecto para seguir al proceso de impresión.
Habilidades del corrector
Al igual que el editor, el corrector debe hacer su trabajo con tacto. Esto no solo es para no herir las susceptibilidades del autor, sino porque podemos equivocarnos y estar cometiendo un error, más allá de lo paradójico que pueda parecer; porque también somos humanos.
Si estamos en lo cierto y queremos que el autor acepte nuestras propuestas, es preciso que seamos sutiles y argumentemos de la mejor forma posible por qué nuestros cambios son los que son. Al ser sutiles, el autor nos verá como un aliado y no como un monstruo que lo único que quiere es cambiar por completo el texto.
¡No olvidar!, por ejemplo, que el corrector, al igual que el editor, debe intervenir un texto lo menos posible. Todo cambio o sugerencia debe nacer de una necesidad y no de un capricho.
En síntesis, el corrector es algo así como el Sherlock Holmes del proceso editorial, encargado de eliminar faltas de ortografía, problemas de redacción e inconsistencias. Hallando pistas, resolviendo entuertos, buscando soluciones. Si no acudiéramos donde este profesional podríamos entregar a la editorial que queremos que nos publique un libro con fallas, las cuales, por muy pequeñas que sean, le restan credibilidad y mérito a la obra que se está trabajando.