Ya es imparable: estamos viviendo una época de digitalización sin precedentes, una nueva Revolución Industrial que está cambiando muchos aspectos de la vida cotidiana. Y el mundo de los libros no escapa de esta vorágine.
El caballo de batalla de esta era en nuestro rubro es el eBook, un libro digital que en promedio pesa más o menos lo que una canción de cuatro minutos. Básicamente, es un archivo hecho especialmente para ser leído en dispositivos dedicados a la lectura, es decir, eReaders, entre ellos, el Kindle de Amazon, el más conocido.
¿Está cambiando nuestra relación con la literatura? No lo parece. Al fin y al cabo, es la forma de leer el aspecto transversal en la discusión y lo que, como afirman algunos, va a definir los comportamientos de los lectores de ahora en adelante. La literatura sigue incólume.
Las razones de La Résistance
Leer en formato físico es una de las resistencias más admirables hoy en día. Como cualquier resistencia, se basa en ideales intangibles que buscan que el statuo quo no sea invadido por un cambio —en la opinión de los que resisten— desfavorable.
Después de elegir un espacio para leer, ¿cuántos sentidos involucramos al leer un libro? El olfato para sentir el olor de las páginas, sean viejas o nuevas. El tacto para pasear las manos en la rugosidad de los libros antiguos o la frescura del papel couché, prestando atención a la encuadernación. Y la vista, para leer y mirar todo aquello que hemos comprobado con los demás sentidos. ¿Cuántos involucramos al leer un eBook? Los mismos, pero al oler siempre olemos lo mismo, y al tocar, también: plástico.
Entre muchísimos otros, este es uno de los tantos argumentos que se esgrimen para seguir prefiriendo los libros físicos. De hecho, muchos han optado por echar mano a la ironía y presentar a los libros físicos como algo nuevo, tal cual en este vídeo:
Pero cuando se trata de considerar las ventajas de leer en formato electrónico, puede pasar que nos perdamos entre tantas virtudes y dejemos el romanticismo de lado.
Esas ventajas digitales
Vivimos en un mundo smartphone. Estadísticamente, ya es una rareza que alguien no tenga uno de estos móviles. Si bien se puede modular el tiempo que lo utilizamos (incluso existen aplicaciones para ello), la verdad es que lo utilizamos bastante y ya forma parte del telón de fondo de nuestra vida diaria.
Con esto como antecedente, llega —y evidentemente a buen puerto— el Books a una existencia que se ha tornado digital.
Por ello, la industria del libro electrónico ha defendido con fervor que leer en en eReader trae muchísimas ventajas: supone menos cansancio para la vista a la hora de cambiar el tamaño de las tipografías; implica menos peso porque no importa el tamaño del archivo que tengamos en el dispositivo, siempre llevaremos los mismos kilos en el bolso; da facilidades a aquellos que no se conforman con leer un libro a la vez y necesitan de una gama variada de títulos; aseguran la consulta inmediata de un diccionario o una enciclopedia sin tener que sacar la vista de la pantalla…
Este cambio es, al fin, un asunto de estilo de consumo que supone sacrificar algo: el disfrute de sentidos que estábamos acostumbrados a utilizar cuando se trataba de leer. Y quizás sea el único sacrificio.
La sana convivencia
De la misma forma que decidir ver en casa un servicio de streaming como Netflix no choca con el ir al cine a vivir una experiencia más que a ver una película, es muy probable que ambas formas de leer convivan por un buen tiempo. Si esta convivencia es sana, siempre ganará la lectura. Porque al final del día esto no se trata de objetos, se trata de ideas.
Aun así, lo que no sabemos bien es lo que pasará cuando las generaciones que nazcan sin libros físicos alrededor empiecen la incursión en la lectura. Quizás, al más puro estilo de Bradbury, los textos sean reliquias que harán que más de algún nostálgico de las bibliotecas aparezca en un reportaje televisivo exhibiendo sus antigüedades.