El editor, ese animal objetivo

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«Te llamo de vuelta después, ¿sí? Estoy cenando con mi editor»

Puede gustarte la música y tener muy claro que jamás te gustará el heavy metal o el R&B, y sin embargo sabes que existen, que son objetivamente buenos musicalmente y que tienen referentes que gozan de respeto a nivel mundial.

Cuando trabajas como editor sucede algo similar: puedes no ser un fan acérrimo de la novela romántica o el ensayo político, pero puedes intuir que estás ante un buen libro enmarcado dentro de este género si es que el autor ha sabido manejar aspectos esenciales como la redacción, la distribución de capítulos o la importancia de llamar la atención del lector, entre otros aspectos a tener en cuenta.

El editor, de esta forma, se convierte en un animal de la lectura que debe confiar en su propio olfato —así como los correctores— y al mismo tiempo ser tremendamente objetivo para saber cuándo se está ante algo que vale la pena (y el tiempo).

Una base multidisciplinaria

¿Cómo saber si una novela de fantasía es buena si no se es experto en el manejo del suspenso y la descripción de personajes que solo conocemos dentro de la ficción? ¿Cómo poder distinguir en una space opera si hay un fundamento científico duro o solo es producto de un aficionado de Star Trek con buenas intenciones que no sabe cómo funciona la gravedad? Todo, como siempre, se trata de práctica.

Idealmente, el editor debe poder leer cualquier tipo de texto. Se entrena para ello, enfrentándose también a esos géneros que nunca pensaría que iba leer. Aromaterapia, metafísica, horóscopos chinos, textos religiosos, crónicas periodísticas sobre las sectas y su origen, arquitectura renacentista, manuales para construir montañas rusas… Todas estas y muchas más son temáticas que pueden surgir en el transcurso de la experiencia laboral, a las que el editor tiene que acercarse con cautela y humildad.

En este sentido, el editor es también un personaje que debe basar su trabajo bajo el alero de un contexto multidisciplinario. Aprender de cada lectura es aprender de todo lo que nos puede entregar un libro. Sumergirse en el mundo de los autores y sus motivaciones es comprender por qué tal o cual autor o autora quiso escribir sobre un tema en particular, y cuál fue su estrategia para llevarlo a cabo.

Pistas en la escritura

Por esto, entre más ducho se vuelve un editor a la hora de aproximarse a un texto, más huellas es capaz de ver tras el velo de las palabras. Uno de los grandes ejemplos de ello es cuando debe leer un texto para editarlo y el profesional se da cuenta de que ha tenido varias relecturas por parte del autor, y varios añadidos superfluos: excesiva adjetivación (léase, por favor, el Decálogo del perfecto cuentista de Quiroga), florituras o sobreexplicaciones innecesarias.

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El escritor uruguayo Horacio Quiroga y su consejo sobre los adjetivos: «No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil». Aquí con la que fue su segunda esposa

A la vez, uno de los aspectos que más saltan a la vista es cuando un autor hace primar su visión y el conocimiento de su propia historia por sobre la obligación de ponerse en la mente de un eventual y futuro lector, cualquiera que este sea. ¿Cómo puede notar este hecho ese animal objetivo que es el editor? Pues poniéndose también en los pies del lector y percibir cuándo se siente confundido, cuándo perdido, cuándo distraido. Si su misión es hacer un informe de lectura o editar el libro por completo, su deber es comunicar estos hallazgos al dueño de la historia.

Uno de los grandes errores que puede cometer este animal multifacético es obtener información del autor antes de leer su texto. En primer lugar, será condicionado por estos antecedentes y su aproximación a la obra inédita no será la misma. En última instancia, ese condicionamento hará de su trabajo editorial algo menos empírico, menos riguroso.

Cada libro es un mundo y cada autor es un universo. Tener en cuenta esto es suficiente para aprender de ellos con la última meta a alcanzar sobre el horizonte: trabajar juntos para mejorar ese texto que algún día será publicado.


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