¿Qué vale más? ¿Tener inspiración o tener la dedicación y el método a la hora de realizar un trabajo? ¿Está el proceso creativo exento de eso que las griegos llamaron las musas de la inspiración?
No creo que exista una respuesta definitiva, con lo cual aquí exploraremos un punto de vista acerca de esta disyuntiva.
Comenzar un proyecto
Una situación normal para un diseñador es enfrentarse a una hoja en blanco al partir con un proyecto. Ante esto se puede caer en el vértigo… ¿cómo salir de aquí? ¿Cómo continuar desde este punto cero? Una alternativa es esperar la inspiración, definida como el estímulo o lucidez repentina que siente una persona y que favorece la creatividad, la búsqueda de soluciones a un problema, la concepción de ideas que permiten emprender un proyecto, etc., especialmente la que siente el artista y que impulsa la creación de obras de arte.
Con esta definición se entiende que es algo que puede funcionar mejor en el arte, debido a su naturaleza —a veces— impredecible. Cuando nos solicitan servicios de este estilo, lo primero que pensamos es que un diseño requiere planificación, tiempos claros, y en general se tiene a un cliente o autor preocupado de su trabajo, por lo que simplemente esperar por alguna iluminación tiene más elementos perjudiciales que favorables al menos en este punto de inicio.
En el momento en que ya se tiene encaminado el proyecto, hay ocasiones en la que te encuentras con errores que te ayudan, que te recuerdan a algo más, y en esa sinergia surge la inspiración. Lo mismo pasa al ver algún referente, mostrar el avance de lo que llevas, el feedback u otros recursos que agreguen información fresca a lo que ya tienes.
Por lo que, más que esperar la inspiración, es mejor buscar un elemento concreto que te enriquezca y ayude a avanzar.
Un trayecto hacia el trabajo a conciencia
Si esto es así, ¿qué nos queda? Pues trabajo, trabajo y trabajo. Ante el mismo ejemplo anterior, se deberían tener las herramientas para poder salir de ahí, mediante ejercicios y procesos creativos, planificación, composición, lluvia de ideas, etc.
Esto hace que la responsabilidad siempre recaiga en ti, dándote el poder de hacer y deshacer sin depender de nadie (excepto del cliente). Esto es perfecto para poder avanzar en plazos acordados.
El trabajo de un cliente no es un proyecto personal
Ya que nombramos al cliente, que no nos olvidemos que este es otro factor a considerar. La inspiración es algo que viene de adentro, es muy personal. Y esto no necesariamente es algo que el autor o el cliente agradece, ya que nosotros debemos consultar con él los elementos de los que se dispone, audiencias, manuales, el uso, etc., por lo que más que mirar hacia el interior, debemos manejar los elementos externos de los que disponemos en conjunto con nuestro cliente, y cumplir los objetivos que quiere obtener.
Entonces, ante esta realidad, lo mejor para un diseñador es no confiarse en que llegará la inspiración. En lo que sí debe depositar su confianza en su método y conocimientos para trabajar de forma responsable.
Ahora bien, si es que uno tiene uno de esos momentos mágicos en que las musas cantan a nuestros oídos, bienvenido sea.