Hoy existen tantas tipografías como las que uno esté dispuesto a buscar, por lo que ya elegir solo una puede ser un desafío. Ahora, imagina con dos o tres.
Esta tarea suena titánica, aunque si se logra llegar a buen puerto hará la diferencia. Para facilitarla podemos seguir ciertas reglas que veremos a continuación.
Evita lo similar
Hay muchas familias tipográficas, por lo que todas las que se agrupan dentro de una pueden llegar a parecerse; así, las podemos identificar de otras familias. Esto tiene sus inconvenientes, pues al ser similares, si se usan juntas, muchas veces generan un ruido visual al lector, que si bien puede no identificarlas, sí notará que algo no está encajando del todo.
Ante esto siempre usar una tipografía para cada cosa.
Siempre legible
Es tentador usar tipografías que se ven bellas en su forma, que son únicas y podrían dar un valor extra a nuestro diseño. Todo esto podría ser una buena idea, siempre y cuando se cumpla la función primaria de la tipografía, y es que sea legible y no entorpezca la comunicación con el lector.
Lo bueno es que esto es simple de comprobar, por eso no hay que olvidar hacerlo.
Confía en tus instintos
A veces estamos ante algo que en el papel debería ser correcto, pero sentimos que hay algo que no encaja, que debe cambiar un poco. ¡No tenemos como (com)probarlo!
Escuchemos esta voz, hay que tener confianza en nuestro criterio, es parte del trabajo, y si no nos creemos lo que estamos diseñando, menos podrá creer en él un tercero. Esta es una regla primordial.
Si bien a una primera lectura puede parecer poca información, no hay que engañarse, esto es algo con lo que se enfrentarán en cada proyecto y por ello es lo esencial.
Como decimos siempre: menos es más.