Hoy en día, cualquier persona puede diseñar libros, revistas o lo que surja en este amplio mundo del diseño gráfico. De igual forma, cualquiera tiene acceso a una fuente digital, ya sea en su computador personal, en el trabajo, en una biblioteca, etc. Por lo mismo, su uso se ha transformado en algo fundamental para la comunicación. Algo muy importante, de hecho.
Sin embargo, este uso masivo trae consigo una serie de problemas y errores frecuentes, algunos pequeños y otros más graves, ya que el hecho de usar una tipografía no necesariamente implica tener el mismo conocimiento que un tipógrafo o un diseñador, expertos que han estudiado sus reglas y sus pequeños —¡y significativos!— detalles.
En este artículo daremos a conocer algunos de esos contratiempos más recurrentes y entregaremos algunas pistas para evitarlos en textos de lectura continua y larga, como los libros. Queda el aviso: de ahora en adelante no estaremos refiriéndonos a textos decorativos, que usan estos errores conscientemente, ahora como efectos, para representar conceptos o reforzar una idea.
Integridad de la fuente
Las fuentes tipográficas profesionales están diseñadas para ser usadas de determinadas formas, por lo que son parte de diferentes familias (Normal, Extended, Condensed, etc.), a las que hay que atenerse. Por esto, no hay que forzarlas, ya sea deformándolas, ensanchándolas, alargándolas o llevando a cabo cualquier modificación que rompa su forma natural. Esto dificultaría la legibilidad del texto, que es lo que menos queremos.
¿Fuentes display en textos largos? No, por favor
Suele pasar que encontramos una fuente display (o tipografía decorativa) que nos encanta. Sí, es muy bonita, original, tiene todo lo que queremos y la ocupamos en todo lo que podemos.
Pues esto, lamentamos decirlo, es un error, ya que estas fuentes dificultan la lectura continua de un texto. Para poder leer bien se necesita un mínimo de ritmo y regularidad. Una forma de comprobar si se leerá bien una tipografía es probarla en un texto largo y en un tamaño diminuto, de 3 a 6 pt, por ejemplo. Esto pondrá a prueba su estructura formal.

Demasiadas fuentes en un mismo lugar
Como hemos dicho antes, un texto debe cumplir con cierta regularidad y estructura para su correcta legibilidad. Así, otra decisión que rompe con esto es la de usar muchas fuentes en un mismo texto. Con ello solo se logra confundir al lector.
No decimos que hay que ser absolutamente restrictivos. Obviamente, si se quiere, es posible cambiar de fuente si es que este cambio tiene un sentido específico, como el de destacar una palabra, una cita o algo concreto. Aun así, no es recomendable usar más de dos o tres fuentes en un mismo trabajo.
Fuentes muy similares
Siguiendo con lo del uso de más de una fuente, hay que decirlo: si estamos tomando la arriesgada decisión de cambiar de fuente, ¡que se note! Al momento de hacer esta transición, no se puede sembrar la duda acerca de si la nueva fuente es otra o la misma. Esa ambigüedad genera un ruido visual, desconcentrando y molestando de manera inconsciente al lector.
Escribir todo en mayúsculas, casi un pecado
Las letras en mayúsculas no fueron pensadas para textos largos. No tienen descendentes ni ascendentes, por lo que con su uso abusivo se genera un bloque de letras poco diferenciables entre sí. Esto dificulta el reconocimiento de las palabras y los ritmos de lectura.
Si aún se quisiera utilizar mayúsculas (versales), es mejor buscar si la fuente dispone de una versión en versalitas. Estas son las mayúsculas trabajadas con más espacios y aire entre caracteres, particularidades que contribuyen a una mejor lectura.