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Siguiendo la línea del artículo que publicamos hace dos semanas, escrito por el novelista Carlos Cordero, autor de El río más allá de los hielos, hoy abordamos la gestación de este eBook desde la perspectiva de la edición.
Lo primero es lo primero y esto es escribirla, una fase de la cual nos habló largamente el escritor chileno. Este proceso, nos dijo, involucra a la soledad del acto de escribir e incluso a la metáfora del maratonista que se entrena parar correr en una prueba final, aludiendo al famoso libro de Haruki Murakami, De qué hablo cuando hablo de correr.
Pero después el trabajo no se acaba, aunque muchos escritores piensen que sí.
Cuando se termina una novela sobrevienen una decena de revisiones. ¿A qué nos referimos? Esta palabra puede significar muchas cosas a la vez. Por supuesto, el primero que lo mira y lo relee, muchas veces de forma puntillosa, es el escritor. Luego, es el escritor. Y después de esto, es el escritor nuevamente, sobre todo si se comporta como Jorge Luis Borges y es incapaz de dejar ir un texto, perfeccionándolo hasta la saciedad. Las revisiones, entonces, son todas y la misma, siguiendo el estilo borgeano. Hasta que la mira un tercero.
Aquí suele producirse otro desajuste, los cuales en este universo están a la orden del día. Aquellos terceros son nuestros familiares y amigos más cercanos, y a veces, por fortuna, no tanto. Entre más cercanos, más condescendientes, representando más el papel de aquel que te da un empujón por la espalda, cándido y dócil, y te anima a seguir, antes del rol que esperamos debiera tener alguien que te critique para mejorar tu ficción.
Por eso la tarea queda clara, y no es nada más ni nada menos que lograr que te lea, primero, alguien desconocido e idealmente de forma sistemática y pautada como lo hace un lector cero, y, segundo, un profesional de le edición. Sobre todo si te decidiste a lanzar a tu texto al verdadero mundo, ese en el que te empujan en el metro, critican tu forma de ser o miran hacia otra parte cuando en una librería o en una tienda virtual el texto que sintetiza tu obra no significa nada.
El acontecimiento de una novela a editar: El río más allá de los hielos
En este sentido, el autor de esta novela no cometió dicho error al momento de publicar su texto. Entendió que, como el peluquero que se intenta cortar el pelo a sí mismo frente al espejo y llama a su colega peluquero, tenía que hablar con alguien que trabajara en su aspecto profesional, sin que fuera él mismo.
Imaginemos una alegoría. Después de mirar una y otra vez su texto, el escritor empieza a encontrar fallos en todos lados, preguntándose cada aspecto del mismo. De pronto, se da cuenta que entre más ha visto los mismos párrafos, más nublada tiene la vista, y esos detalles no son detalles; son motas de sudor en los ojos producidas por el cansancio ocular. En el fondo, lo que está viendo necesita ser visto por otra persona. Allí es cuando el escritor —para estos efectos, Carlos— decide ir en busca de un profesional.
El cariño y dedicación que un escritor o escritora ha puesto en su novela es directamente proporcional al esfuerzo que debe poner para elegir a un editor o una editora que trabaje su texto antes que lo vean los lectores, es decir, los verdaderos lectores. Muchas veces nos hemos encontrado con creadores que piensan que no es necesario y cuando no tienen ventas o las opiniones en su página de libro en Amazon KDP son todas negativas, lo arrogan a algo circunstancial o a un arrebato. Los «falta redacción», «mal escrito», «¡no lleva tildes!» son un problema que podría haberse evitado, y no, no son producto del capricho del lector ni mucho menos una coincidencia.
Un camino sinuoso, pero enriquecedor
Cuando este escritor chileno llegó a mí, estaba en el punto de las motas de sudor… ¡no podía ver nada! Lo primero que hicimos fue conversar largamente sobre su novela y cuáles eran sus impresiones además de, por supuesto, sus intenciones referentes a la publicación. Inmediatamente, empezó a sentirse mejor y a ver con claridad.
Después de esto acordamos los asuntos prácticos e hicimos un sondeo de su objetivo para ver cuáles eran los servicios de edición que necesitaba. Las correcciones, que las hice en entregas por capítulos, implicaron comentarios sobre cada aspecto de la novela, siempre marcando el fragmento en particular y generando a veces conversaciones con hasta cinco réplicas solo a partir de dos líneas de texto. También hubo discusiones en torno a la unificación de criterios o la relevancia de algunos inicios y finales de capítulos, consejos que, como otros, recibió de buen grado.
La contienda fue dura, pero justa y enriquecedora. Recuerdo especialmente lo que ambos conocemos como el «famosísimo evento del Rey Carmesí». Sin ánimo de desvelar detalles importantes de la trama, Carlos quería dejar a ese personaje a toda costa y yo quería eliminarlo, pero no a él realmente, sino que a su condición de «carmesí». Era un color que no tenía nada que ver con la estética de la novela, además de que era una especie de «hijo preferido» del novelista, aquello que los editores detectamos rápidamente y a lo cual los que escriben se resisten, cuales padres, a obviar. No sabíamos que hacer, combos (puñetazos) iban, combos venían, pero finalmente llegamos a una solución. Leyendo la novela el lector podrá notar cuál fue esta y cuál es su relevancia en el argumento.
Los textos de ficción como un producto humano
Con el tiempo, llegamos a un nivel de comprensión que tenía que ver con cómo nos afectaba el texto en términos personales, considerando nuestros orígenes en la misma ciudad, Santiago de Chile, donde se ambienta gran parte de la obra. A esto se vincularon aspectos relacionados con la estructura de la novela, pensando en el impacto que provocaría en los lectores, y a la atingencia de las dos partes que la conforman.
Finalmente, cuando la edición terminó después de algunos meses, uno encapsulado en los días del estío valenciano y el otro en pleno invierno santiaguino, vimos el trabajo finalizado, conformes en nuestras posiciones y habiendo aprendido mucho sobre literatura y el universo fascinante de El río más allá de los hielos. Meses después, cuando pudimos saludarnos, abrazarnos y brindar por la novela, nos dimos cuenta cuánto había valido la pena.
Después de esto, llegó el momento de la maquetación, del diseño de la portada y del interior, servicios de diseño también imprescindibles para que el contenido sea el complemento perfecto de la forma. Con todo, el autor fue aproximándose a la fecha del lanzamiento, la última meta a conseguir en un camino compuesto.
Y hoy estamos aquí, esperando que ustedes se interesen por leer esta historia con visos de ciencia ficción, profundamente corrosiva con el sistema educativo moderno y protagonizada por un profesor y un youtuber.
En un Santiago de Chile sumido en las convulsiones sociales y las protestas estudiantiles de 2011, K, un profesor de Lengua y Literatura, comienza a sumirse en una vorágine de abulia cuya profundidad no puede salvar ni con el amor trunco de Verónica o las visitas esporádicas de sus amigos.
Tras varios intentos en la escritura de poemas, el profesor empieza a escribir una novela sobre unos criminales apartados de la sociedad que vagan en un barco y que después de naufragar conocen a Inur, el último guardián de la civilización de la Ciudad Azul, afincada en la Antártida. A partir de las voces que lo atormentan, K pierde la noción de su realidad y vaga por las calles de la capital, obsesionado con el modélico Rick Carter, una peripecia que lo preparara para embarcarse en un viaje hacia el Sur más inhóspito.
Con esta osadía como motor de la historia, el protagonista vincula su destino al de Víctor, un youtuber e investigador de fenómenos y misterios ocultos de la historia, quien luego de seguir la pista de K y Hans Marks, un astrónomo presuntamente perdido en la Antártida, decide llegar hasta las últimas consecuencias para dilucidar lo que sucedió con ambos.
¿Qué es escribir una novela? – Carlos Cordero Lizana, novelista