Dentro del mundo editorial, el lector cero (o «lector 0») cumple una función bastante trascendental. En el momento en que la obra de un autor ya está escrita, editada y terminada, se comienzan a estudiar distintas posibilidades para continuar trabajando el texto.
Se puede comprender al lector 0 como un lector al azar; sí, es casi como cualquier persona que puede ver el libro en una librería y elegirlo. Sin embargo, también es una figura que posee el conocimiento y las habilidades para valorar un texto de ficción o no ficción mucho más allá del hedonismo de un lector convencional. Es decir, más acá del prodesse de Horacio, fuera del deleite y apuntando a contribuir en su desarrollo, con sugerencias y comentarios en pos de mejorar la obra a revisar de manera objetiva.
Sus tareas
Asuntos como la síntesis de la obra, los aspectos que más/menos gustaron, puntos de atención y/o interés, presencia de incoherencias y/o erratas de cualquier índole (de manera mucho más superficial que el corrector de estilo), las debilidades y fortalezas de los personajes, referencias literarias que se puedan detectar, valoración de los capítulos y/o partes, estimación de la estructura conveniente y atingencia de los títulos, entre otros elementos, pueden ser estudiados por un lector cero.
Este tipo de lector brinda información relevante que permite al autor y el editor trabajar en el perfeccionamiento del texto después de que el primero aplica su criterio. Algunas veces puede hacer un informe en relación a su trabajo y contestar a preguntas que frecuentemente son hechas por el editor, otras puede reunirse con el autor y darle sus impresiones, pero idealmente es capaz de hacer ambas cosas para entregar su opinión panorámica de la mejor forma posible.
Distinto a la tarea que se lleva a cabo en el informe de lectura profesional, este constituye uno de los servicios editoriales que apunta a aquellos que han escrito un texto y tienen la inquietud de vislumbrar sus posibilidades de futuro antes de intentar publicarlo.