Las editoriales cartoneras nacen en Argentina en el año 2001 como una respuesta frente al caos social, económico y político que se produjo en el país. En la sociedad argentina la cultura es parte de sus raíces, por lo cual no quiso quedarse atrás frente a este desmantelamiento y muchos artistas, desde el diseño y la producción editorial, quisieron posicionarse con una respuesta firme: pese a que el mercado no daba abasto, la cultura sigue en pie y se expresa haciendo libros.
La primera editorial cartonera fue creada por el poeta y escritor argentino Washington Cucurto junto a los artistas plásticos Javier Barilaro y Fernanda Laguna en el barrio de La Boca, Buenos Aires. Se llamó Eloísa Cartonera. Hoy en día, tienen cerca de 200 títulos de distintos géneros (poesía, cuento, novela breve, teatro) de autores locales y extranjeros.
¿Cómo se producen los libros cartoneros?
Estos libros están hechos a mano con cartón reciclado recogidos de las calles, en algunos casos, por los cartoneros o recolectores de basura, que luego venden el cartón que encuentran. Las tapas, que se constituyen como portadas, están pintadas a mano con témpera y/o acuarela, por lo que son únicas, constituyéndose como objetos de arte coleccionables.
Ahora bien, si nos referimos al modus operandi que tienen este tipo de editoriales, los títulos que trabajan poseen dos lineamientos: autores latinoamericanos reconocidos y autores nóveles desconocidos. En ambos casos, las obras son donadas por los autores y no poseen registro ISBN.
Otro aspecto importante es que estos libros no poseen una cadena de distribución tradicional, puesto que se acostumbra a que sean distribuidos por los propios autores.
Si se habla del objeto en sí, la mayoría de los libros son fotocopias o fotoduplicados.
El caso de Chile
Chile es el segundo país con más editoriales cartoneras (16), después de México. La primera cartonera que vio la luz en territorio nacional fue Animita Cartonera, nacida en 2005. A partir de este hito aparecieron otras que fueron complementando el mercado, como Olga Cartonera, una de los grandes referentes del ámbito. Hoy en día, de las 16 del comienzo dejó de existir gran parte al poco tiempo, pero hay otras que lograron instalarse como una alternativa al mercado editorial tradicional.
Respecto a los costos, la mayoría de los proyectos son autosustentables pero no generan ganancias. Algunos se venden con aporte voluntario u otros tienen precio fijo, dependiendo de la cartonera. Sus tirajes varían de entre 20 a 30 ejemplares por título. Según la percepción de los editores cartoneros, su trabajo es semiprofesional, es decir, cuentan con obras que circulan tanto en circuitos “oficiales” como ferias literarias y en la informalidad de ferias libres y mercados de trueque.
¿Funciona como un negocio rentable?
Si bien las cartoneras han logrado sobrevivir haciendo funcionar la cadena del cartón reciclado, el trabajo colaborativo, y la venta de sus libros en las calles o en mercados al aire libre, han logrado disminuir la producción y los costos de distribución. Si bien su apuesta es arriesgada y ha sido imitada por varios países latinoamericanos, en algunos puntos le restan profesionalización al oficio editorial.
Además, hay problemas de definición si hablamos de editorial cartonera: si bien usan el cartón para elaborar los libros, son y buscan cosas diferentes; cada una tiene su interpretación y lleva a cabo una materialización particular en función de sus aspiraciones. Esto se debe a que cada una de las editoriales cartoneras nace y se desarrolla en un contexto diverso.
Otra problemática es la magnitud y difusión de estas editoriales, la cual difiere enormemente de unas a otras, lo que se complementa con una precaria comunicación entre ellas. De cierto modo, hace falta reunión e ideas en común.
En síntesis, las cartoneras tienen una buena intención al generar alternativas a la industria editorial tradicional, pero quedan al debe en cuanto a la profesionalización que requiere este oficio, sobre todo si estamos hablando de material de calidad.