Las tipografías están en todos lados y —¡sorpresa!— nos vienen acompañando desde hace siglos, pero nadie repara en lo importante que son a la hora de comunicarnos. Explicaremos en este artículo qué son, cómo son y dónde se utilizan.
Pero, ¿qué es la tipografía?
La palabra tipografía viene del griego tipos (molde) y graphein (grabar, escribir), más el sufijo -ia (acción, cualidad). Hoy este término tiene dos acepciones principales. La primera hace referencia al oficio o técnica de seleccionar y usar tipos (conjunto de letras) para una impresión, ya sea en formato digital o físico. La segunda, en la que nos centraremos, a la forma o estilo en el que se imprime un texto.
La tipografía nace ante la necesidad de automatizar la escritura de los textos. Antes del uso de fuentes tipográficas, se escribía completamente de forma manual, con todos los problemas que esto conlleva: textos menos masivos, dificultad de lectura, procesos lentos, etc.
Hasta que un día, el alemán Johannes Gutenberg creó el primer conjunto de tipos móviles de occidente. Consistía en un sistema de letras o caracteres individuales fundidos en metal que se podían situar en un orden específico para componer palabras e imprimirlas, con la capacidad de luego reordenadas y ser utilizadas una y otra vez.
Con esto se hizo sistema dinámico y económico que revolucionó el mundo hasta el día de hoy, haciendo de los textos algo masivo. Pero después llegó la computación…
Una nueva era
En los inicios de la computación, las fuentes comenzaron a diseñarse en modo digital y en grandes cantidades gracias a esta nueva herramienta. Hoy tenemos a disposición millones de fuentes en Internet con todas las formas y estilos imaginables. Cada familia tipográfica tiene características que la distinguen, la hacen única y le da personalidad al texto. Esto es positivo, pero también es peligroso a la hora de elegir si es que no se tienen los conocimientos adecuados. ¿Por qué?
Si bien las tipografías son en primer lugar una herramienta funcional que tiene como objetivo la lectura, no todas son iguales. Como se mencionó anteriormente, sumado al crecimiento exponencial del formato se han creado subgrupos tipográficos separándolas según su uso principal y características adicionales. Hay dos grandes grupos: las tipografías de texto y las decorativas.
A la hora de leer, la mejor tipografía es la que no se ve
En términos de diseño, cuando se trata de un texto pensado para leer, como un libro, una revista o un periódico, se necesita una fuente funcional, simple y limpia, ya que se tendrá que usar en grandes cantidades y en tamaños pequeños a lo largo de todas las páginas. Si la tipografía destaca más que el mensaje, está fallando. ¡No puede interrumpir la lectura! Debe ser invisible para el lector.
No así cuando se trata de títulos, afiches, portadas o cualquier formato que quiera dar a conocer un concepto más que la lectura de la palabra. En este caso es válido usar las tipografías en todo su esplendor, dando mayor libertad a la creatividad y a fuentes menos tradicionales, que sean más llamativas y con formas personalizadas, o que salgan del alfabeto tradicional agregando terminaciones, símbolos, etc.
Es necesario tomar el peso al uso y el abuso de las fuentes tipográficas, sobre todo cuando se usan de manera profesional. Como hemos visto, existen demasiadas variantes a tener en cuenta y un detalle puede marcar la diferencia.
Así, no basta simplemente con usar «la letra más bonita». Por ello, una publicación impresa que usa texto debería ser supervisada o diseñada por un entendido en el tema, como lo son los diseñadores y diagramadores.