El mundo de los títulos es sorprendente y diverso: los hay largos, como esa novela de Gabriel García Márquez llamada La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1977), cuya adaptación al cine por suerte lo simplificó y lo dejó en Eréndira.
Y también los hay muy, muy largos, como el Libro del muy esforçado e inuencible Cauallero de la Fortuna propiamete llamado don claribalte q segu su verdadera interpretaciõ quiere dezir don Felix o bienauenturado nueuamete imprimido e venido aesta lengua castellana, el qual procede por nueuo e galan estilo de habla, de Fernández de Oviedo, militar español del siglo XV que dejó en herencia este título excesivo.
En el otro bando, algunos prefieren lo conciso, como el inglés Ian McEwan con títulos como Amsterdam (1998), Expiación (2001) o Sábado (2005), todos libros editados por Anagrama que hacen parecer a la recopilación de relatos del mismo autor, Primer amor, últimos ritos (1996), como un título realmente largo.
Solo queda preguntarnos: ¿cuál es el equilibrio zen en este fabuloso desafío de titular textos?
Es cuestión de gustos
En colores y sabores no hay nada escrito. Y no decimos nada nuevo con esto, ya que cuando no hablamos de longitud podemos asomarnos a esos títulos que nos volaron la cabeza o más bien a aquellos que despertaron nuestra suspicacia.
¿Son El secreto o Este libro cambiará tu vida buenos títulos? Quizás sí en términos comerciales, pero si lo vemos desde el punto de vista estético no parecen muy bien pensados.

En otro sentido, libros como El ruido y la furia (1929) de Faulkner, La divina comedia (1307) de Dante o Viaje al fin de la noche (1932) de Louis-Ferdinand Céline gozan de títulos que por sí solos portan un aura de solemnidad, incapaces de contener malas historias. Curiosamente, estos títulos no nos dicen casi nada sobre lo que vamos leer, pero qué alegría cuando nos damos cuenta por qué llevan ese nombre.
¡Que levante la mano el primero que no se ha sentido súbitamente satisfecho al darse cuenta en medio de la lectura por qué la trama de un libro lleva un título en particular!
La tarea del editor
Titular es un arte y, como tal, requiere de artistas. ¿Quiénes son estos artistas? Pues la respuesta fácil es decir que son los autores, pero no es tan así…
Cuando una obra ya está escrita, corregida, diseñada y lista para publicarse, queda un paso fundamental que, si no está hecho y acordado desde un principio, debe cerrarse: dar título al texto. Esta es una tarea conjunta en el que participa el autor, pero también el editor, un profesional experto en encontrar la fórmula para que un título atraiga a los lectores, justifique la historia (y a la inversa) y tenga música.
¿Qué hubiese hecho Nabokov, por ejemplo, sin sus editores? Probablemente no habría llegado a acompañar en la portada esa maravilla de título —y libro — que es Pálido fuego (o Pale Fire en inglés, 1962), un poema de 999 versos que además tiene anotaciones y una apasionante historia incrustada. Y, cómo no, un hombre en la cubierta que mira por la ventana acompañado por un resplandor muy parecido al fuego.
Criterios al escoger un título
Si bien la columna semanal del periódico del domingo, el artículo de un blog o la última obra del teatro de tu ciudad no tienen títulos ideados con los mismos criterios, hay uno que es transversal: provocar el interés del lector.
Para pensar en un título siempre hay que tener en cuenta en quién lo leerá, ya que el lector es el último personaje de la cadena y, por lo tanto, compra y/o lee, es decir, manda. Si bien es importante la imaginación y el entusiasmo que muestra el autor al poner el título a su obra que siempre soñó, hay que ir con cautela; es necesario buscar que las cosas se aterricen para que el título no solo tenga sentido en la cabeza de quien lo creó, sino que en la de todos los que lo leerán y quienes, ojalá, lo recordarán de por vida.
Por eso a veces el editor prefiere cambiar el título por completo, sugerir otros o derechamente proponer un subtítulo para aclarar de qué va el libro. Los 11. Los mejores jugadores de la historia de la Roja es un ejemplo a tener en cuenta en este caso.
También existe el factor orden a la hora de titular: están los que prefieren escribir el título antes de escribir y los que no. Por aquí no tenemos ninguna preferencia en especial y creemos que al mismo tiempo depende del estilo de quien escribe, aunque precisamente el título de este artículo está escrito al final del todo y ha sido pensado después de haber desarrollado las ideas hasta su versión final.
Si lo hubiésemos escrito al principio quizás hubiese salido un artículo totalmente distinto.