Durante las últimas semanas han surgido algunos temas de conversación de forma inesperada y con el mismo común denominador: el aprendizaje de diferentes lenguas a la materna y su evaluación para la obtención de los correspondientes certificados oficiales.
Además de encontrarnos en época de exámenes de fin de curso justo antes del verano, cuando estudiantes y profesores se rodean de calificaciones, en España este tema también suele ser muy recurrente a discusión entre aquellos que dirigen y gobiernan.
Son suficientes razones pues, para hablar de cómo se dirige esta función que a veces simula un teatro y dejar abierto el debate sobre si el sistema vigente beneficia al aprendizaje y a las propias lenguas per se. O sobre si, por el contrario, ha tomado el siempre temido camino de hacer negocio y vender el conocimiento lingüístico tanto y tan mal que termina siendo desvalorizado por completo.
Y entonces apareció el MCER
En las últimas décadas, el conocimiento y dominio de más lenguas que la materna ha dejado de ser un complemento curricular para convertirse en requisito imprescindible. Debido al peso que estaba adquiriendo este asunto, y con el objetivo de facilitar a las empresas o instituciones las herramientas de evaluación de la competencia lingüística de los candidatos, el Consejo de Europa diseñó el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCER) en los años 90.
Se trata de un marco de referencia de reconocimiento internacional que determina el nivel de expresión y comprensión de las lenguas. Evalúa la competencia lingüística como conocimiento mínimo suficiente para el uso del mismo, es decir, determina lo bien que se habla y se entiende un idioma.
El MCER no es el único marco de referencia que tiene estos objetivos, hay más, como por ejemplo, el ACTFL (Consejo Americano para la Enseñanza de Lenguas Extranjeras, en español). Sin embargo, este marco se diseñó para que encajase en cualquier idioma europeo y principalmente en el entorno académico. En otras palabras, lo que este marco de referencia ofrece es una especie de lista de competencias con las funciones que se pueden desarrollar usando un idioma en un nivel de dominio determinado.
Asimismo, cualquier profesor las puede utilizar para diseñar unidades didácticas y evaluar conocimientos del alumno; y este último, por su parte, también recurrirá a ellas para localizar el nivel lingüístico en el que se encuentra.
Diferentes niveles
El método de evaluación y clasificación de los niveles que conforman el MCER también fue analizado y diseñado de acuerdo a la misma idea y estructura. Se crearon seis niveles para la gestión y organización de la enseñanza y aprendizaje de las lenguas y los títulos homologados que se emiten en cada caso. La división consta de tres bloques: básico (A), intermedio (B) y avanzado (C), dividiéndose cada uno de ellos en otros dos más y quedando de la siguiente forma: A1, A2, B1, B2, C1 y C2.
Nivel | Subnivel | Descripción |
A (Usuario básico) |
A1 (Acceso) |
Es capaz de comprender y utilizar expresiones cotidianas de uso muy frecuente así como frases sencillas destinadas a satisfacer necesidades de tipo inmediato. Puede presentarse a sí mismo y a otros, pedir y dar información personal básica sobre su domicilio, sus pertenencias y las personas que conoce. Puede relacionarse de forma elemental siempre que su interlocutor hable despacio y con claridad y esté dispuesto a cooperar. |
A2 (Plataforma) |
Es capaz de comprender frases y expresiones de uso frecuente relacionadas con áreas de experiencia que le son especialmente relevantes (información básica sobre sí mismo y su familia, compras, lugares de interés, ocupaciones, etc). Sabe comunicarse a la hora de llevar a cabo tareas simples y cotidianas que no requieran más que intercambios sencillos y directos de información sobre cuestiones que le son conocidas o habituales. Sabe describir en términos sencillos aspectos de su pasado y su entorno así como cuestiones relacionadas con sus necesidades inmediatas. | |
B (Usuario independiente) |
B1 (Intermedio) |
Es capaz de comprender los puntos principales de textos claros y en lengua estándar si tratan sobre cuestiones que le son conocidas, ya sea en situaciones de trabajo, de estudio o de ocio. Sabe desenvolverse en la mayor parte de las situaciones que pueden surgir durante un viaje por zonas donde se utiliza la lengua. Es capaz de producir textos sencillos y coherentes sobre temas que le son familiares o en los que tiene un interés personal. Puede describir experiencias, acontecimientos, deseos y aspiraciones, así como justificar brevemente sus opiniones o explicar sus planes. |
B2 (Intermedio alto) |
Es capaz de entender las ideas principales de textos complejos que traten de temas tanto concretos como abstractos, incluso si son de carácter técnico siempre que estén dentro de su campo de especialización. Puede relacionarse con hablantes nativos con un grado suficiente de fluidez y naturalidad de modo que la comunicación se realice sin esfuerzo por parte de ninguno de los interlocutores. Puede producir textos claros y detallados sobre temas diversos así como defender un punto de vista sobre temas generales indicando los pros y los contras de las distintas opciones. | |
C (Usuario competente) |
C1 (Dominio operativo eficaz) |
Es capaz de comprender una amplia variedad de textos extensos y con cierto nivel de exigencia, así como reconocer en ellos sentidos implícitos. Sabe expresarse de forma fluida y espontánea sin muestras muy evidentes de esfuerzo para encontrar la expresión adecuada. Puede hacer un uso flexible y efectivo del idioma para fines sociales, académicos y profesionales. Puede producir textos claros, bien estructurados y detallados sobre temas de cierta complejidad, mostrando un uso correcto de los mecanismos de organización, articulación y cohesión del texto. |
C2 (Maestría) |
Es capaz de comprender con facilidad prácticamente todo lo que oye o lee. Sabe reconstruir la información y los argumentos procedentes de diversas fuentes, ya sean en lengua hablada o escrita, y presentarlos de manera coherente y resumida. Puede expresarse espontáneamente, con gran fluidez y con un grado de precisión que le permite diferenciar pequeños matices de significado incluso en situaciones de mayor complejidad. |
Las capacidades lingüísticas que se desarrollan y, por lo tanto, deben demostrarse en cada nivel son la capacidad de comprensión auditiva y lectora y la capacidad de expresión oral y escrita.
Aunque todas las lenguas —o la mayoría de ellas— tienen una entidad certificada para evaluar los conocimientos, todas las empresas o instituciones responsables de la evaluación del conocimiento de idiomas tomarán siempre en cuenta estos niveles comunes de referencia. De esta forma, al menos en Europa y siendo el idioma que sea se detectará por igual y con más precisión el nivel de conocimiento del mismo que tiene el alumno.
¿Es realmente un método eficaz?
Todo sistema educativo termina mostrando sus carencias y con la enseñanza y aprendizaje de idiomas ocurre lo mismo. El MCER recibió un aluvión de críticas en sus comienzos, no tantas hoy en día. Tal vez sea porque hemos adquirido cierta adaptación tanto al método en sí como a los puntos negativos que siguen sin resolverse.
De cualquiera de las maneras, gran parte de los profesionales de la enseñanza de idiomas aúnan opiniones afirmando que la realidad en las aulas y en la calle dista mucho de la teoría del marco de referencia. Las competencias que cada nivel exige son tan concretas que lo que comienza siendo un aprendizaje de una lengua nueva, termina girando a un aprendizaje sobre cómo aprobar los exámenes de evaluación en cada nivel.
Así es que últimamente somos más los que nos preguntamos si realmente esos títulos garantizan un buen conocimiento y un óptimo uso del idioma. ¿Acaso la obtención de títulos de idiomas se ha convertido ya en una corriente obsesiva por aprobar un examen dejando de lado el aprendizaje del funcionamiento lingüístico como tal? ¿No es verdad que la naturalidad y fluidez del uso de un idioma podría demostrar más que todas esas competencias teóricas que se fijan en el marco de referencia?