Lingüística para todos

Aún recuerdo cuando en los días previos al comienzo de la universidad vi que cursaría Lingüística. ¿Lingüística? ¿Pero eso qué es? Inocente ignorancia la mía por aquel entonces… Seguro que entonces me hice la misma pregunta que muchos de vosotros os habéis planteado hasta ahora.

En este artículo de Vuelo Ártico vamos a desvelar este misterio o jeroglífico y a resolver de manera general las principales dudas, para que todos tengáis una idea clara y concisa sobre la mejor aliada de los que trabajamos entre letras.

Pero ¿esto de qué va?

Pues bien, aquella asignatura que cursaría durante mi primer año de carrera resultó ser la base de todo lo que ha venido después, tanto en las aulas como actualmente en el ámbito laboral.

Vamos al grano. La lingüística es la ciencia que estudia el lenguaje y la lengua. Efectivamente, y aunque os parezca un poco incoherente reunir las palabras «ciencia» y «letras» en la misma oración sin que nada estalle en pedazos, se trata de una ciencia aunque el objeto de estudio sean letras y palabras.

No, el lenguaje y la lengua no son exactamente la misma cosa (por si también os lo estabais preguntando), por eso hemos matizado ambas. Pero en este tema nos podremos adentrar más adelante y observar las similitudes y diferencias y qué beneficios nos aportan inconscientemente las dos en nuestro día a día.

Lo que con la lingüística queremos recalcar es que, a pesar de estudiar e investigar la lengua y el lenguaje por separado, esta disciplina no se encarga de la creación de reglas gramaticales u ortográficas, así como tampoco se encarga de calificar lo que los hablantes de cada lengua dicen y cómo lo dicen como correcto o incorrecto. Sin embargo, sí es la responsable de tratar de entender cómo funciona el lenguaje en el cerebro y en el pensamiento con el objetivo de crear caminos y medidas en beneficio de su uso, evolución y mantenimiento entre sus usuarios.

La lingüística tampoco estudia las palabras ni su procedencia o etimología ni mucho menos las crea. Lo que sí es destacable es que los lingüistas, que por cierto son todas aquellas personas que trabajan con el lenguaje y las lenguas, no son expertos de ninguna lengua en concreto. Es decir, no manejan a la perfección y extraordinariamente la lengua oral ni escrita de cualquier idioma durante las 24 horas del día y 7 días a la semana.

Más bien, los lingüistas son los encargados de estudiar cómo funcionan las reglas gramaticales que tenemos los hablantes dentro del cerebro. Esto para conseguir que algo tan alucinante como la comunicación sea siempre fructífera solo con producir ciertos sonidos concretos con la boca.

Y… ¿para qué sirve?

Una vez aclarado el significado de esta ciencia, queda resolver la cuestión titular: ¿para qué sirve? ¿Qué finalidad tienen estas investigaciones y estudios? La evolución de la lengua a lo largo de la historia y sus variaciones es uno de los objetivos más directos, básicamente porque podemos entender determinados comportamientos generales y concretos de las distintas sociedades, culturas y personas.

Actualmente, por otro lado, estos estudios tienen consecuencias mucho más prácticas de lo que imaginamos. Por ejemplo, la lingüística nos ayuda a la elaboración de unos métodos y estrategias más efectivos a la hora de aprender lenguas extranjeras, y para saber cómo se aprende un nuevo idioma.

Sin embargo, no hace falta que nos vayamos al aprendizaje de lenguas extranjeras, porque esta ciencia es vital e indispensable para comprender el proceso de adquisición del lenguaje y la capacidad que adquieren los bebés cuando están aprendiendo a hablar.

Por último, no podemos finalizar esta clase de lingüística sin mencionar lo que hoy en día es actualidad no solo en el mundo lingüístico, sino también en el ámbito tecnológico, que casualmente es de lo que de forma constante estamos rodeados. A esto se le llama lingüística computacional, que es totalmente necesaria para diseñar y desarrollar aplicaciones, proyectos, ordenadores… que mejoren la vida y faciliten el día a día a personas con diversidad funcional, por ejemplo. Gracias a ello también es útil para que nuestras búsquedas en Internet sean lo más precisas posible y nos den con más exactitud aquello que estamos buscando.

Y, por supuesto, la traducción automática, esa que utilizamos cuando le pedimos a Google Translate que nos traduzca algo, va acompañada de la lingüística computacional, aunque muchas veces el resultado no sea satisfactorio. Estas herramientas automáticas, además de darnos infinidad de anécdotas, barbaridades y estructuras imposibles, están basadas en la técnica tecnológica necesaria y compensa el conocimiento real humano del lenguaje que los traductores llevamos dentro.


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