Bien es sabido —o al menos debería ya rondar por nuestras cabezas— que el lenguaje y la lengua no son exactamente lo mismo, pero tampoco son antónimos. Es cierto que en muchos contextos se utilizan indistintamente una opción o la otra, e incluso los podría acompañar el término idioma. Sin embargo, cada cual con sus matices y peculiaridades encaja con más exactitud en determinados momentos y contextos.
Así es que, si nos ponemos meticulosos, afirmaremos que la lengua es, por un lado, el sistema que el ser humano utiliza para crear una comunicación verbal y lingüística, y en general también se caracteriza por tener escritura de la misma.
Por otro lado, con lenguaje entendemos varios conceptos: es la facultad que tenemos para expresarnos y comunicarnos con otros gracias a sonidos articulados o signos, y equivale también a la forma, el estilo y el modo de expresarnos. Por último, los idiomas son las lenguas utilizadas en cada pueblo o nación, que a su vez son compartidas por los seres humanos para que la comunicación sea fluida y exitosa. Sin duda son muy importantes en toda conversación y diálogo, y cuanto mayor sea el conocimiento de ellos, más calidad le daremos. Los falsos amigos, por ejemplo, son un rasgo muy característico a tener en cuenta del que hablábamos algunas semanas atrás.
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