Iremos al grano desde el principio. Sin dilaciones. Hace unas semanas volvió a estallar la polémica en las redes sociales y los medios de comunicación de España sobre un tema que nos concierne. Una joven concursante (María) y su compañero (Miki), parte de un programa de televisión puntero, Operación Triunfo (OT), e influyente entre las nuevas generaciones, generó inconscientemente demasiada controversia en nuestra lengua una vez más. Demasiado machacada en los últimos tiempos, por lo demás.
Resulta que la milennial, como se le podría llamar en este momento, no quiso cantar la canción de Mecano lanzada en 1988 que se le asignó, «Quédate en Madrid», porque un verso decía: «Siempre los cariñitos me han parecido una mariconez«, lo cual le resultaba homófobo.
Claro, para qué queremos más los españoles: que si hay que cambiar la letra, que si hay que pedir permiso a la cantante y su compositor, que si a quién se le ocurre cantar eso, que si es una canción de toda la vida y nunca ha habido problema… Pues bien, volvemos a olvidar el contexto en que encontramos «mariconez», algo tan relevante como el propio significado, y únicamente nos centramos en el puro significante de la misma, que varía de igual forma que las intenciones individuales de cada uno.
Y en este caso la intención de la joven distaba bastante de la intención inicial del grupo de moda de aquellos años.
Significante y significado
Así es que debemos diferenciar ambos, significante y significado, para que aquellos a los que les encanta ir más allá y sacan intenciones y sentidos de donde solo hay lengua y habla comiencen a analizar palabras en sus contextos globales y a comprender con conciencia el todo, aparcando ofensas fantasmas.
Decimos entonces que el significado es el que proporciona sentido a la palabra, mientras que el significante está más cerca de la intención, de lo subjetivo. Y además de esto, tanto en este episodio como en cualquier otro, todo lector debería interpretar siempre las palabras en su contexto, omitiendo códigos externos.
Por lo tanto, Mecano, un grupo musical que cantaba a la libertad sexual con «Mujer contra mujer» y defendía derechos con «Hijo de la luna» no creó nunca canciones homófobas, sino que quiso acercar temas tabús con lenguajes coloquiales de la calle y del día a día a un público ansioso por crecer y avanzar. «Mariconez», por ejemplo, se usaba y se usa hasta hoy.
Por eso, tampoco hay que entender los versos de Leiva («sabes que yo puedo ser terriblemente cruel») como una amenaza, La maja desnuda de Goya como una humillación a la mujer o los gigantes de Don Quijote sin la metáfora subyacente. Todo arte cobra mayor sentido dentro de su contexto olvidando otras intenciones.
Se ve que este contexto y el recorrido histórico del grupo no fueron suficientes para convencer a la concursante —no concursanta— , quien además tenía la idea de sustituir la dichosa palabra por «gilipollez». ¿Mucho mejor…? Por suerte, el compositor de semejantes himnos de los 80, Jose María Cano, no permitió tal cambio y aún podemos cantarla sin temor.
Intención y realidad
La intención de esta joven y de los miles que piensan como ella, por otro lado, no es del todo errónea. Es positivo que las nuevas generaciones estén a la orden del día sobre ciertos temas como la homofobia. Ellos también quieren avanzar y crecer, como los jóvenes que coreaban a Mecano en sus conciertos, pero con sentido común y sin salirnos de madre con cada palabra (que no se nos ofendan las madres ahora, por favor).
De nuevo, basta con encajar los términos en sus contextos para que unos dejen de sufrir innecesariamente la ofensa y el resto pueda expresarse como venía haciendo hasta ahora, aprovechando las expresiones y palabras que nos concede nuestra lengua.