Transcripciones y transliteraciones en tiempos de guerra

La actualidad política que ronda Europa en las últimas semanas nos lleva una vez más a abordar diferentes cuestiones lingüísticas interesantes y relevantes.

Hace exactamente dos años discutíamos sobre todos esos nuevos términos médicos que hablaban de pandemias y virus. A lo largo de 2021, en España enriquecimos el léxico gracias a temporales invernales olvidados y desastres naturales llenos de lava, magma y gases volcánicos. Y ahora en 2022 seguimos aprendiendo a utilizar debidamente cómo funciona nuestra lengua porque el conflicto político entre Ucrania y Rusia así nos lo exige.

No solo los campos semánticos de las conversaciones cotidianas o de los medios de comunicación han vuelto a variar, sino que toda la información que nos llega de los países arriba mencionados debe pasar por diferentes procesos lingüísticos para evitar dificultades de comprensión y, así, dar con la mejor comunicación globalizada posible.

Evidentemente y como ocurre a diario, todo lo que cae en nuestras manos procedente de otros países con lenguas extranjeras ha pasado por un proceso de traducción. Sin embargo, no hay que olvidar dos procesos lingüísticos más: la transcripción y la transliteración, dos fenómenos que están constantemente en funcionamiento y mucho más presentes de lo que podríamos imaginar.

Transcripción

La transcripción es aquel proceso que representa de la forma más fiel posible los fonemas o sonidos de una lengua extranjera con las normas ortográficas de la lengua con la que estamos escribiendo. Es decir, cuando transcribimos algo en español, estamos escribiendo con un sistema de caracteres (letras) lo que estamos oyendo en otro idioma diferente.

Sin embargo, hay ámbitos en los que también se hace uso de la transcripción con una sola lengua involucrada en el procedimiento. Es el caso de las audiencias judiciales, donde los profesionales de la taquigrafía lo desarrollan constantemente.

Es común confundir la transcripción con la traducción, pero no tiene nada que ver puesto que esta última se encarga de representar el contenido semántico de un texto, el sentido de una lengua A en otra lengua B.

Transliteración

Por otro lado, la transliteración es un proceso similar, pero con diferencias interesantes y particulares. Este caso  se basa en reproducir completamente los grafemas, es decir, la escritura, de una lengua A con los grafemas de otra lengua B.

Actualmente, y por colocar todo esto en un contexto real, es el proceso más común a la hora de escribir en lengua española y alfabeto latino cualquier topónimo proveniente de Ucrania y Rusia, por ejemplo. Y aquí es donde encontramos una de las anécdotas más polémicas y con más repercusión de las últimas semanas.

¿Kiev o Kyiv?

De nuevo: más que respuestas correctas, existen opiniones creadas bajo sentimentalismos patrióticos. El contexto objetivo es el siguiente. La capital de Ucrania en Ucrania se escribe Київ y si aplicásemos una transliteración rigurosa en castellano, lo escribiríamos Kyiv. En cambio, siempre hemos escrito y leído Kiev. ¿A qué se debe esta variación?

Kiev es la forma escogida proveniente de Киев, que a su vez es la transliteración en ruso de Київ. Es el topónimo tradicionalmente utilizado en español basado en la transcripción de la forma rusa y seguramente, por costumbre, jamás nos lo hemos cuestionado.

Kiev Kyiv

Además, la Real Academia Española (RAE) tiene otra explicación más técnica para explicar por qué sí es mejor utilizar Kiev antes que Kyiv. Afirma que la grafía de la transliteración de la forma ucraniana en español Kyiv no se adecúa a nuestra ortografía porque la y con rasgo vocálico no es una forma propia de nuestra lengua.

A pesar de todo esto, y a modo de rebeldía, muchos ciudadanos del mundo manifiestan su preferencia por el uso de Kyiv, una forma muy lingüística para mostrar su apoyo con el país y su negatividad a la invasión rusa.

Esta alternativa para nombrar la capital ucraniana también se legalizó hace años por el gobierno del país y se reconoció así por la Décima Conferencia de las Naciones Unidas sobre la normalización de los nombres geográficos, pero no se viralizó lo suficiente.

En cualquier caso, la Fundéu nos proporciona una guía de aplicación muy interesante con directrices para la transcripción de palabras escritas en lenguas que usan escrituras no latinas. Porque ya sabemos que escribir bien a veces se nos complica, pero es una tarea mucho más ardua cuando hay nombres propios y topónimos de por medio.


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