Con motivo del Día Internacional de la Mujer volvemos a dedicar, como el año pasado, un artículo en Vuelo Ártico al feminismo y a la igualdad real y palpable entre hombres y mujeres, en todos los ámbitos.
El 8 de marzo se ha convertido en un día especial que va más allá del propio día de la mujer, tal vez como consecuencia de y gracias a las movilizaciones de los últimos años por todo lo largo y ancho del planeta. En cambio, al mismo tiempo que es enorgullecedor ver que cada año esta lucha está respaldada por más gente, también es duro reconocer que esta reivindicación tenga que seguir siendo necesaria. Consecuentemente es vital, además, repetir año tras año que este feminismo que a todos nos beneficiará no actúa como antónimo del despreciable machismo puesto que su significado es «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre», y nada tiene que ver con la acepción de machismo: «Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres».
Sin embargo, todos los brazos abiertos con esperanza al cambio empiezan a flaquear cada vez que se anuncian nuevas víctimas o cada vez que aparecen ciertos actos, diferentes declaraciones y vergonzosos comentarios como los que se colaron en la retransmisión en directo de la alfombra roja de los premios Goya del cine en España hace tan solo unos días. Aquellos testarudos se tomaron la libertad, que nadie se la quita pero sí hace falta exigir ética, cambio de moral y respeto, de decir en pleno año 2021 barbaridades como: «Había una cantante, la ‘Nancy Peluso’, bueno, y una que parecía un putón verbenero toda llena de tatuajes […], no sé de dónde la han sacado, esta cobra, pero puta puta seguro…». Intolerable.
Ellas en los oficios
En cualquier caso, el objetivo de llegar a tocar una igualdad sigue siendo eso, un objetivo, también en el ámbito de las letras, entre libros y en oficios como la traducción, por ejemplo.
A pesar de ser una de las profesiones en las que sí existe en general igualdad de salario, y a pesar también de que se trate de una de las pocas funciones que la mujer de la Edad Media y Renacimiento sí estaba autorizada a realizar, muchas de ellas en este siglo siguen sufriendo desprecios, abusos y acosos en sus entornos laborales por la simple razón de ser mujeres. De nuevo: intolerable.
Por otro lado, no ha sido precisamente desde siempre la Real Academia Española la institución de referencia y de ejemplo a la sociedad en este ámbito social, como sí lo podría ser la profesión anteriormente nombrada. Un dato cuanto menos curioso ya que ambas se basan en las letras, en las artes, en la lingüística… Pero reconocemos que esta no se ha caracterizado nunca hasta ahora por ser demasiado femenina, salvo por su género en academia, ni tampoco feminista, algo que parece que últimamente va mejorando.
Y es que sí hay que desmentir, en este caso, ese bulo que corre libremente por boca de algunos sobre que en la Academia no hay mujeres. Incierto. Seguramente no haya actualmente ni haya habido a lo largo de los años hasta hoy tantas mujeres como merecían, pero, por favor, no vayamos tampoco ahora a despreciar a las que sí son parte de esta institución.
Como homenaje a ellas, hoy queremos mencionar y presentar a las 11 mujeres que representan hoy y representarán mañana el trabajo que ellas también saben realizar a favor de las letras y de nuestra lengua, también feminista, por cierto.
Ellas en la Academia
Desde que la Real Academia Española de la lengua se fundase, tuvieron que pasar concretamente 266 años hasta que Carmen Conde pasase a ser en 1979 la primera mujer en ocupar un sillón como académica numeraria de la RAE. Un hecho que curiosamente se dio tras la muerte del dictador español Francisco Franco. ¿Acaso se trata de una mera casualidad? ¿O tal vez lo deberíamos entender como otro paso más de transición hacia la libertad?
De cualquiera de las maneras, lo más triste de este hecho es que costó 125 años que una mujer consiguiera lo que Carmen Conde alcanzó: ser reconocida de igual forma que sus compañeros. Anteriormente mujeres escritoras como Santa Teresa, Rosalía de Castro, María Moliner, Gertrudis Gómez de Avellaneda en el sigo XIX o Emilia Pardo Bazán en el siglo XX, entre otras, lo pelearon hasta desistir y dejar de intentar encontrar su sitio en aquella Academia de solamente hombres.
Cinco años más tarde, en 1985, Elena Quiroga también fue reconocida por la RAE y se convirtió en la segunda mujer académica. Además de escribir varias novelas en los años 50, centró su trabajo en ampliar el lenguaje, dándole nuevos significados, una labor que todavía hoy agradecemos cuando nos comunicamos y trabajamos con nuestra lengua.
Ana María Matute, escritora, quien ya con tan solo 17 años publicase su primera novela, las siguió en 1996 y fue la tercera en formar parte de la Academia.
Desde el año 2000 Carmen Iglesias ocupa el sillón E, aportando información relacionada siempre con la historia y la filosofía política. También es miembro y directora de la Real Academia de la Historia, así que quién mejor que ella para desempeñar esa función en nuestra lengua.
Más tarde, en 2003, la primera mujer de ciencias consiguió su sitio en la Academia y, además, gracias a ella y a su trabajo como científica hoy podemos entender mejor cómo funciona el ADN. Ella es Margarita Salas.
Soledad Puértolas, en cambio, entró en 2010 ocupando la silla G y entre todas sus responsabilidades en la Academia y diferentes publicaciones se encuentra una versión modernizada muy entrañable de La Celestina.
Un año más tarde llegó Inés Fernández-Ordóñez, filóloga española y docente de universidad, para ocupar la silla P.
La escritora mallorquina por excelencia, Carme Riera, ocupa la silla N desde 2013 y siempre ha intentado visibilizar el papel de la mujer en la literatura, así como darle la importancia que merece.
Por otro lado, Aurora Egido es miembro desde 2014 y ocupa la silla B. Es directora de diferentes instituciones y profesora de universidades nacionales e internacionales.
En 2016 fue el turno de Clara Janés, novelista, ensayista y traductora, quien sigue publicando escritos con mensajes feministas desde la silla U.
Y por último, la integrante que menos tiempo lleva representando al colectivo femenino y trabajando allí desde 2017 por la lengua que nos une es Paz Battaner, experta en lexicografía.
Todo nuestro respeto, admiración y agradecimiento a todas ellas y a las que no lo consiguieron, así como a ellos, que continúan trabajando en la lengua, con la lengua y para nuestra lengua.