El arte de tildar

Real Academia Española libro
Ortografía, con tilde

«Señalar a alguien con alguna nota denigrativa» es la tercera acepción que encontramos en el Diccionario de la lengua española para el verbo «tildar». Sin embargo, no es la que más nos interesa, porque hoy hablaremos de poner tilde a las letras que lo necesitan.

De la misma forma que las comillas, por ejemplo, este fenómeno ortográfico es otro de los que más quebraderos de cabeza nos da a la hora de escribir nuestros textos, y no es para menos, ya que sus normas y excepciones confeccionan una lista bastante extensa. Por eso esta vez venimos con ganas de repasar de forma rápida y simple las reglas básicas que nos permitirán redactar sin dudar tanto como antes.

Entre acento y tilde

Antes de meternos de lleno en detalles más específicos, diferenciaremos «acento» y «tilde», porque no, no son lo mismo. El acento es la marca de mayor intensidad de una palabra en su sílaba tónica. De esta forma, podemos clasificar las palabras según su acentuación como agudas, llanas, esdrújulas y sobresdrújulas.

Recordemos que las palabras agudas son las acentuadas en la última sílaba (o la primera comenzando por el final de la misma). Las llanas o graves, sin embargo, son las que su sílaba tónica es la penúltima o la segunda sílaba empezando desde atrás. Las palabras esdrújulas cargan el acento en la tercera sílaba contando desde el final. Y por último, las sobresdrújulas son esas que marcan la sílaba tónica en la cuarta empezando por el final.

La tilde, en cambio, es ese signo en forma de rayita que colocamos encima de las vocales para diferenciar la sílaba tónica.

Diferentes tipos

Dentro del grupo de acentos, nos encontramos con varios tipos. El prosódico, por ejemplo, es el que no se escribe, el que no vemos, pero sí detectamos cuando leemos. Este acento lo colocamos en la sílaba que suena más fuerte, pero sin marcarlo gráficamente.

Pero por otro lado, el acento que sí marcamos cuando escribimos para indicar al lector cómo leer y entender la palabra es el acento ortográfico, es decir, la tilde, nuestra protagonista. En este caso sí la destacamos con una rayita oblicua (´) y así indicamos qué silaba debe pronunciarse con mayor énfasis. Si ahora tu pregunta es cómo saber cuándo sí y cuándo no tildar esas sílabas tónicas, aquí te dejamos un breve repaso:

  • Las palabras agudas llevan tilde cuando la sílaba tónica es la última y la palabra acaba en «n», en «s» o en cualquier vocal, como ocurre con «cartón», «jamás» y «bebé».
  • Las llanas o graves se tildan cuando la sílaba tónica es la segunda comenzando por el final de la palabra y esta termina en consonante, a excepción de «n» o «s»: «ángel», «lápiz», «carácter».
  • La norma para las esdrújulas y sobresdrújulas es sencilla porque siempre llevan tilde: «América», «válidas», «cálidamente» o «ábremelo».

Además de estos dos casos, también manejamos el acento o tilde diacrítica, y es la que utilizamos para diferenciar palabras que se escriben igual, pero cuyo significado varía gracias a este pequeño símbolo. Es muy común encontrar y hacer uso de esta tilde en monosílabos, demostrativos, interrogativos, exclamativos, pronombres personales y pronombres posesivos. Los ejemplos que más conocemos son de/dé, se/sé, tu/tú, te/té, si/sí, mas/más, cuanto/cuánto, etc. Y aunque parezca mentira, es la tilde más reconocible y más olvidada al mismo tiempo.

Complicaciones

Como decíamos anteriormente, las tildes y los acentos son algunos de los elementos que más nos cuesta utilizar correctamente en la lengua castellana. Así es que, como toda regla ortográfica, lo que hemos repasado en las líneas superiores también tiene sus excepciones y sus complicaciones.

Los monosílabos, por ejemplo, son palabras aparentemente simples porque son cortas, y sin embargo, son las mismas que encontramos erradas en su escritura en un mayor tanto por ciento comparado con el resto de palabras polisilábicas.

Por regla general los monosílabos no se tildan porque no haría falta destacar ninguna sílaba frente a otra, a excepción del siguiente caso específico. En ciertas ocasiones nos enfrentamos a palabras monosilábicas y homónimas, es decir, que se escriben igual pero tienen diferente significado. Y es entonces cuando hacemos uso de esa tilde diacrítica de la que hablábamos antes, para que precisamente no haya confusión en la comprensión del mensaje e identifiquemos si se trata de un significado o de otro.

No es lo mismo el «tu» (posesivo) en «esa es tu casa» que «tú» (pronombre personal) en «tú no los vas a confundir nunca más», por ejemplo, y un largo etcétera que sigue a los ejemplos anteriores.

Además de los monosílabos, los diptongos y hiatos también son la pareja de situaciones que más nos hacen dudar a la hora de aplicar las reglas ortográficas de acentuación. Próximamente nos meteremos de lleno con ellos para que, junto a estas indicaciones básicas, bordemos el fenómeno, lo que nos dará una categoría de «excelente» en escritura.


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