Una pausa a la rutina: Centímetros de felicidad

recomendaciones culturales libros

Noches de esas en las que entiendes
que la teoría sin la práctica no sirve de nada
y en las que, durante un par de cervezas
y un poquito de jazz, te pides perdón
por no saberte cuidar lo suficiente,
mientras lo llenas todo de propósitos
defectuosos que volverás a no cumplir.
Lo de siempre:
falta de práctica
queriendo hacia dentro.

«Cuestión de práctica», Patricia Benito

Hace unos días me topé con un artículo que me haría reflexionar durante días: “Cosas que me han hecho feliz esta semana”. Sin duda, un título perfecto que deja entrever una problemática latente en los días que corren.

Vivimos metidos en la vorágine del día a día, de la inmediatez y la necesidad de primar lo rápido a la reflexión. Estos artículos, que proponen una pausa, hacen bien para descansar del tráfago.

Con alma propia

Javier Aznar plasma cada semana en Vanity Fair una reivindicación de la felicidad a través de las pequeñas cosas que se ocultan entre la realidad que vivimos en el presente.

En cada artículo hila un discurso donde nos presenta los pequeños detalles que le han ido haciendo feliz, cosas tan sencillas como una canción, encontrar una novedad literaria, un libro descatalogado o admirar una obra de arte.

Sin duda, un descubrimiento perfecto no solo para tomar apuntes de las recomendaciones culturales que da el autor, sino también para mirar dentro de nosotros mismos y quizás poder hacer esa lista de cosas que nos hacen feliz y que quizás desconozcamos; quizás por ahí hay música, algún libro, una película.

Y partiendo de la lectura de sus artículos intento iniciar ese mismo proceso, e intento hacer memoria de días en los que haya sido feliz para identificar cada paso que se di en su momento. Quizás todos deberíamos poner en práctica esto, porque pasamos nuestros días esperando que nos pasen grandes cosas para ser felices, para poder saborear durante horas ese estado tan deseado por todos.

Vanity Fair Cosas que me han hecho feliz esta semana
Javier Aznar

Y cuando pasa, necesitamos más. Así, una vez sabiendo todo aquello que nos deja alcanzar ese grado, pudiéramos llevarlo a la práctica de continuo para que de esta manera no necesitemos grandes metas para sentirnos felices, y sea a través de las cosas cotidianas que nos da la vida donde podamos refugiarnos en ese sentimiento que cuesta tanto mantener. La lectura contribuye mucho a estas pequeñas alegrías.

Y siguiendo este hilo intento esquematizar en orden de relevancia todo aquello que dibuja en mí una sonrisa incluso cuando la tristeza duerme conmigo. Es gracioso ver que tengo que hacer momería y pensar aquello que me hace feliz. Debería tenerlo claro, ¿no? La respuesta es negativa y esto se debe a lo que mencionaba anteriormente. Estamos tan ocupados pensando en el futuro, además incierto, que dejamos de lado el hoy: el manoseado carpe diem (y su significado verdadero) tiene sentido al respecto. Y con ello, todos los recuerdos que se nos escapan entre las manos.

Traduciendo la felicidad en pequeños momentos

No existe ningún lenguaje que nos ayude verbalizar esos momentos a priori; simplemente se sienten. Me pasa: siento cuando estoy ante un momento feliz, y aunque ahora mismo me cueste algo hacer trabajar a la memoria, una vez llego a ese preciso momento la misma sensación recorre todo mi cuerpo.

Para mí, no hay mejor sensación que volver a casa y sentir ese refugio. A veces hay arte involucrado, ya sean películas, libros, canciones. Sentarme en el sofá y mirar a mi alrededor. Allí están ellos. Ese momento es pleno. El poderlo ver, tocar y disfrutar de una tarde con película de fondo.

Por ello, cada vez que puedo me escapo para repetir una y otra vez esa sensación de paz que siento, en ese preciso momento sé que soy feliz, y da igual las tormentas que azoten de puertas hacia fuera.

Momentos tan diversos como personas en el mundo. El olor a café a primera hora de la mañana, escuchar esa canción durante horas, unas tostadas con sabor a conversaciones eternas. Disfrutar de ese amigo que te conoce incluso más que tú mismo.

Por ello, invito a iniciar la lectura no solo de Javier Aznar, sino también de nosotros mismos. Escucharnos más y mejor y llevar a cabo esas prácticas que nos parecen obvias pero que nos pueden ayudar a volver a medir la felicidad en centímetros y no en grandes metros.


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